Carne de mi carne

La primera antología de José María Tamparillas se compone de seis relatos, en su mayor parte de cierta extensión, que permiten constatar lo que diversos cuentos dispersos por múltiples antologías ya habían adelantado: que Tamparillas posee un estilo propio, compuesto a partes iguales por una prosa meticulosa y por una sensibilidad particular hacia el género del terror.

En las antologías de autor único resulta fundamental transmitir la sensación de unidad, de que nos encontramos no con una compilación aleatoria de textos, sino con una obra coherente, capaz de ofrecer tomada como un todo más de lo que proporcionan las partes por separado. Como adelantaba, esto se conseguiría ya gracias a la madurez estilística, pero es que además existen una serie de temas que entrelazan los relatos a un nivel basal, otorgando al volumen toda la solidez que pudiera necesitar.

Por ejemplo, tanto en el texto de contraportada como en el prólogo de Fernando Martínez se destaca como elemento común de los relatos al Mal, punto con el que estoy de acuerdo hasta cierto punto. La cuestión es que salvo por un caso no nos encontramos en los cuentos con un mal indefinido. La dificultad que esto entrañaría radica en que resulta complejo desligar el concepto de maldad de la voluntad para ejercerla (o, ya que estamos, de una estructura ética que la delimite). Por ello, quizás, «Mientras llueve en la ciudad», la antedicha excepción, se me antoja  el componente más flojo.

En realidad, cuando el autor resulta más incisivo es cuando personaliza ese mal intangible en una persona en concreto, canalizado las más de las veces a través del egoísmo. Así pues, el horror no surge de la nada, no es aleatorio, sino que se alimenta de quienes buscan el beneficio propio aun a costa (e incluso premeditadamente a costa) del perjuicio ajeno. En este contexto, los elementos fantásticos, que no son ni muy abundantes ni demasiado intrusivos, no hacen sino enfatizar el potencial destructivo de este ansia muy terrenal.

Otro elemento que se destaca, enlazando con el título global de la antología (de forma tal vez subconsciente, a raíz de lo que nos cuenta el autor en esta entrevista en Walpurgisnatch), es el de las relaciones paterno o materno filiales mórbidas. De hecho, si dejamos aparte una vez más a «Mientras llueve en la ciudad», casi podemos establecer una gradación en la relevancia de este factor en las tramas, desde «Bendición» hasta el ya completamente explícito «La necesidad del dolor». La perversión de este vínculo, uno de los más arraigados en nuestra naturaleza, tizna las historias de un sentimiento más cercano al desasosiego que al horror, provocando el rechazo instintivo en el lector y derribando sus defensas para golpear sin piedad con impactos bien medidos.

Por supuesto, la combinación de ambos temas, es decir, la degradación de una relación progenitor-hijo por culpa del egoísmo, es algo que nos encontramos en al menos tres de las seis historias (aunque estaría tentado de incluir una cuarta).

En cualquier caso, prima siempre la narración sobre la exploración temática. El autor permite que las historias se desarrollen a su ritmo, sin forzar la inclusión del subtexto. Así pues, junto con la meticulosidad que mencionaba al principio, destacaría también cierta orientación hacia el costumbrismo, como medio de hacer cercanos los relatos, algunos de ellos claramente inspirados en la obra de escritores anglosajones (desde Lovecraft hasta King).

Este cuidado por los detalles y por el verismo provoca como contrapartida cierta previsibilidad en el desarrollo de las historias, que rara vez sorprenden con algún giro inesperado. En ocasiones, el autor explota esta circunstancia creando tensión a partir de una inexorable crueldad que nos hace anhelar una salvación in extremis que, sabemos, no va a llegar. En otras, sin embargo, priva a la narración de algo de garra y, en general, podría considerarse como el punto débil de la antología.

Más que deslumbrarnos con su originalidad, «Carne de mi carne» busca atraparnos con su prosa, atraernos y conducirnos sin que nos demos cuenta hasta algunos de los más oscuros rincones del alma humana. Transformar, en suma, lo impensable en inevitable.

Agradezco a Saco de Huesos Ediciones el envío de un ejemplar de «Carne de mi carne» para su reseña en Rescepto.

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en agosto 2, 2012.

Una respuesta to “Carne de mi carne”

  1. Muchas gracias, Sergio: por tu sensibilidad, tu lucidez y tu buen hacer. Una afinada reseña que tendré en cuenta.

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