Robo-Hunter: Verdus

Tomo como excusa la Experiencia CIFI 2010 para recuperar una reseña publicada originalmente en Scifiworld. No se puede decir que haya sido un gran seguidor del mundo del cómic, pero ello no es óbice para reconocer que algunas de las mejores historias de ciencia ficción se han servido de este medio para llegar a los lectores. Entre ellas, desde luego, la que ocupa esta entrada.

La editorial británica 2000 AD ha sido (y es) cantera de grandes personajes de ciencia ficción: Juez Dredd, Johnny Alpha, Dan Dare, Halo Jones, Rogue Trooper y, en particular, Sam Slade, el Robo-Hunter.

Y es que 30 años de historia, con más de 1500 números semanales, dan para muchas buenas historias y muchos personajes memorables. De entre todos estos, Robo-Hunter, creado por John Wagner en 1978, merece especial atención, pues es el protagonista de una de las mejores historias de ciencia ficción que hayan visto la luz en formato de cómic. Se trata de su primera gran serie, que ocupó 22 números de la revista entre 1978 y 1979 (a razón de ocho páginas por número), conocida como “Verdus” o “El planeta robot” y publicada en España por ediciones Zinco en 1984 (en cinco números, complementada con historias cortas de los Perros del Estroncio, recopilados en un tomo de aquellos reencuadernados que era relativamente fácil de localizar en librerías de viejo). Más recientemente, en el 2008, Ediciones Kraken reeditó esta aventura en un solo tomo (siguiendo el ejemplo de 2000AD cuatro años antes), aunque desde entonces la editorial parece haber quebrado.

Sam Slade es un veterano cazador de robots, alguien a quien llamar cuando violan su programación. En sus propias palabras: “Los robots estaban programados para no fallar, pero siempre lo hacían. Lo sé porque he dedicado cuarenta años de mi vida a capturarlos. Era largo tiempo y yo sabía que uno de aquellos monstruos acabaría por aplastarme”. Ahí, en tres breves frases, tenemos la esencia de Sam Slade, a la que habría que añadir cierto sentido del humor socarrón. El típico detective privado popularizado por la obra de Raymond Chandler o Dashiell Hammett (nótese el homenaje a su personaje Sam Spade), con un toque punk y una estética a medio camino entre Humphrey Bogart y Han Solo. Respecto a su personalidad, digamos que se adelantó por unos años al gran John McClane.

Cierto día, recibe en su despacho la visita de dos tipos que le ofrecen el mayor trabajo de su vida. Unos años antes se había enviado la primera nave colonizadora a un lejano sistema estelar con un planeta apto para la vida. Como por aquel entonces los seres humanos no podía resistir el salto hiperlumínico, el único ocupante de la astronave era un robot, SJ-1, encargado de construir en Verdus (así se llama el planeta) un paraíso para los humanos. Décadas después, cuando ya se ha solucionado el problema del transporte, se recibe el mensaje de que los robots han concluido su labor y están preparados para recibir a sus amos… pero nave tras nave de colonos rompe el contacto apenas tomar tierra, y los promotores del proyecto empiezan a sospechar que algo ha podido ir mal con los robots.

Ante la promesa segura de una bala en el cráneo, opción que es marginalmente más peligrosa que viajar hasta un planeta ocupado por entero por robots rebeldes, Sam accede a viajar a Verdus, iniciándose así una aventura frenética y desquiciada a partes iguales, acompañado por Cutie, su robometro con voz de rubia tonta, y el Chico, un joven piloto con más ego que sentido común al que “presentan” voluntario para la misión. Lo que no le habían dicho sus contratistas era que un cazador de robots viejo no les era de mucha utilidad, así que sabotean el blindaje de la nave espacial que lo lleva hasta su destino, de forma que (si sobrevive) rejuvenezca treinta años. El truco funciona, dejándolo en los veintitantos, claro que el piloto es mucho más joven, así que ha retrocedido hasta ser un bebé de pocos meses, aunque, como descubre Sam bien pronto, con toda la (supuesta) inteligencia y la mala leche del original. En éstas, llegan al planeta, las puertas se abren y contemplan el nuevo mundo, un auténtico paraíso ultrarrobotizado, diseñado hasta el último detalle para complacer a los humanos, con la salvedad de que los robots de Verdus no tienen una idea muy clara de lo que es un ser humano. En pocas palabras, Verdus es un manicomio.

A partir de ahí, seguimos las desventuras de Sam Slade mientras trata de mantenerse vivo y desenredar la madeja de lo que ha podido fallar en aquel planeta donde hasta las teteras son robóticas. Junto con el Chico, Cutie y algún robot al que logra acercar a su causa (Botas y en última instancia SJ-1), debe demostrar que es humano. El problema es que los robots han construido una sociedad demasiado parecida a la humana, ocupando todos los nichos, no sólo laborales sino también sociales, con sus robots cantantes, trabajadores, expendedores de café, policías, religiosos, políticos y militares; y como buenos imitadores son incapaces de ponerse de acuerdo en nada. El resultado inevitable es la guerra, lo cual le pone las cosas un poco más complicadas a Sam para salvar el pellejo y regresar a la Tierra de una pieza.

Aún no he hablado del apartado gráfico, pero es que la extraordinaria labor de Ian Gibson se merece una sección aparte. Faltaban cuatro años para que se estrenara “Blade Runner” y siete para la publicación de “Neuromante”, pero la esencia de estos dos hitos dentro de la ciencia ficción ya estaban presentes en las páginas de Robo-Hunter. El trazo detallista aunque aparentemente sucio de Gibson complementa a la perfección los delirios de Wagner y nos ofrece un paisaje extraordinario de edificios mastodónticos, miles de robots de todas las formas imaginables (desde caricaturas antropomórficas hasta electrodomésticos con patas) y un bebé disparando con entusiasmo una ametralladora láser mientras fuma un puro. El diseño de los robots no pretende en ningún momento ser realista. En esencia, Verdus no era sino un espejo donde se reflejaba la sociedad humana contemporánea (aún estamos ahí representados). Así pues, no había reparos en hacer que SJ-1 obtuviera energía a partir de una caldera de vapor (con válvula de escape incluida), o a que uno de los generales (el cobarde) se asemejara a un oficial británico de la primera guerra mundial y el otro, el bruto, a un noble germano, monóculo incluido. Robo-Hunter es, en definitiva, un gran cómic robopunk.

Sam Slade vivió nuevas aventuras ya de regreso a la Tierra. Sus nuevos compañeros eran Hoagie (el robot más estúpido del mundo), Stogie (un cigarro electrónico resabido) y una pistola láser parlante. Como se podrá adivinar, las historias se decantaban mucho más hacia el humor absurdo, sin alcanzar ni la profundidad ni el interés de la aventura de Verdus, pasando en 1982 a coescribirlas Alan Grant. De éstas sólo disfrutamos por aquí de una tirada minoritaria en MC Ediciones (9 números). Entre 1991 y 1995 tuvo otro breve período de actualidad, con Mark Millar y Peter Hogan como guionistas (el primero muy criticado por alterar en exceso al personaje) y Rian Hughes como dibujante. Por último, desde el 2003 se ha revivido la serie en 2000 AD de la mano de Alan Grant y Ian Gibson, aunque con el protagonismo recayendo en Samantha Slade, la nieta del robo-hunter original (que se ha visto reducido a la condición de cabeza-en-un-tarro).

Otras opiniones:

~ por Sergio en abril 16, 2010.

4 respuestas to “Robo-Hunter: Verdus”

  1. Has conseguido que me obsesione por dar con Verdus. He de leerlo.

  2. Me alegra mucho que hayas reeditado este comentario. Gracias a él descubrí al personaje y después pude leerlo. La cf británica de la revista 2000 AD, donde se publicó (y sigue publicando) Robohunter, no es la cf que más me interesa pero creo que cualquier aficionado debería conocerla aunque sea de refilón. Además está editándola en castellano Kraken a precios razonables.
    A ver si sacas alguna reseñita más de tebeos de cf que te hayan gustado, Sergio.
    De lo que se edita actualmente, creo que te satisfará especialmente Los muertos vivientes de Kirkman.

  3. Es que lo mío nunca han sido los tebeos, y en general la cifi en viñetas no suele ser de mi tipo (supongo que me pasa justo al contrario que a ti, Pablo). Ese mundo ya tiene gente muy experta, y no me sentiría cómodo escribiendo sin pleno conocimiento de causa.

    Lo de «Robo-Hunter» es distinto. Se trata de un pequeño hito de infancia.

    Pero bueno, no descarto nada, que el blog tiene vida propia.

  4. Joer, que buena pinta, tengo que leerme esto. Es una pena que habiendo por aquella época tantas y tantas revistas de comics de ciencia ficción sea tan difícil poder leerlas hoy en día.

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