Historia alternativa (volumen 2)

Hace unas semanas, Grupo AJEC sacó al mercado su segundo volumen recopilatorio de ucronías, incluyendo varias historias ganadoras o finalistas del premio Sidewise, el certamen de referencia del subgénero. No es uno de mis favoritos dentro de la ciencia ficción, sobre todo en relato (de hecho, los textos que más me han gustado en estas dos antologías son novelas cortas). Quizás porque carezco de los conocimientos necesarios para valorar en su justa medida el juego parahistórico. Sin embargo, «Historia alternativa Vol. II» contiene textos realmente meritorios y nos permite catar a algunos de los autores más interesantes del momento.

La antología se abre con la novela corta «El frente humano» de Ken McLeod, donde el autor explora un desarrollo alternativo de la segunda mitad del siglo XX. Tras la derrota de Hitler, EE.UU. y la URSS se enzarzan en una guerra que prosigue ininterrumpida hasta los años 80. Stalin se convierte en un líder revolucionario que se opone al imperialismo americano y las ideas socialistas cobran un gran auge en toda Europa, dando lugar a grupúsculos y partidos que se mueven en una especie de vacío legal. Uno de ellos, es el Frente Humano, una organización comunista clandestina británica a la que pertenece el protagonista de la historia, que pasa de chaval fascinado por la figura casi mítica del Tío Joe (Joseph Stalin) a guerrillero de una cédula comunista (cabe señalar que McLeod ha explorado en sus novelas el resurgir de la Unión Soviética y su anexión de Europa).

A todo esto se le añade una subtrama que tiene que ver con unos misteriosos bombarderos (unos pedazo ovnis de cuidado), que son los que conceden superioridad militar a las fuerzas americanas y que a la postre aportan una conclusión que se separa tan radicalmente de lo precedente que casi parece como si estuviéramos leyendo una historia diferente. Al parecer, la inclusión de elementos fantásticos o de ciencia ficción es una constante en la literatura de historia alternativa actual (a mí, particularmente, me parece un poco como hacer trampas, pero bueno… yo no creo que vaya a ganar nunca el Sidewise).

En «Los ojos de América» Geoffrey A. Landis se permite una desbarrada absoluta en torno a la carrera presidencial en EE.UU. en los primeros años del siglo XX. Plantea un escenario tan desquiciado como que el candidato republicano fuera Edison y el demócrata Tesla, aplicando ambos su considerable ingenio como inventores para lanzar las respectivas campañas a un nivel sólo equiparable con los actuales despliegues mediáticos. Y por medio pulula otro de los personajes favoritos de los americanos, Samuel Clemens (a.k.a. Mark Twain), sacando partido de la invención ni más ni menos que de la televisión en color por parte de Tesla (no mediante un tubo de vacío, sino con un sistema más similar a los actuales televisores LED). En fin, un vodevil a mitad camino entre la política, la ingeniería y el espectáculo que no se toma demasiado en serio a sí mismo (y pide otro tanto del lector).

John Kessel ofrece con «El imperio invisible» uno de las aportaciones más flojas de la antología. En el cuento (también de los más breves) ofrece la visión de una organización feminista que emplea métodos e iconografía propios del Ku-Klux-Klan para defender a las mujeres en un pasado reciente alternativo en que están aún más oprimidas. La verdad es que choca la dicotomía entre objetivos y medios (no tanto por lo que se muestra, que es bastante inocente, sino por las connotaciones). En definitiva, una muestra tardía y bastante inapropiada de ciencia ficción feminista… escrita por un hombre.

Con «El misterio del pacífico» tenemos la menos ucrónica de todas las narraciones. Sí, se basa en un mundo en que los nazis ganaron la guerra (porque el océano Pacífico no puede ser cruzado, Japón nunca atacó a EE.UU. y estos no se involucraron en la contienda), pero la historia de Stephen Baxter pasa de puntillas por encima de todo esto. En realidad, es un cuento steampunk con giro topológico incluido (que tiene un sabor muy clásico, aunque emplee conceptos relativamente modernos). Interesante de cualquier forma, aunque quizás no en la forma en que sería de esperar en una antología centrada en la historia alternativa (una vez más, fue finalista del Sidewise, así que me pliego ante la opinión de quienes deben saber más que yo).

William Sanders ofrece en «Lo desconocido» una ucronía sobre la colonización de norteamérica de la que no comentaré nada más ahora porque me ha sorprendido encontrarla (la reseña se basa en un fichero preliminar que, por ejemplo, carecía también de los artículos conclusivos). Más adelante quizás subsane esta deficiencia. Es que tengo prisa por llegar a «Recuperando el Apollo 8» de Kristine K. Rusch.

La narración más larga del volumen es también la mejor. Un relato de una obsesión constructiva (en su mayor parte, no deja de presentar aspectos oscuros) en torno a la colonización del espacio tal y como hubiera podido ser de contar con una gran fortuna privada dedicada a impulsarla más allá (incluso por encima) de condicionantes políticos.

El punto jonbar, aunque la parte ucrónica es casi una excusa, lo supone el destino de la misión Apolo 8, que en nuestro continuo temporal finalizó con éxito, suponiendo un importantísimo impulso al programa en su conjunto al completar la primera órbita tripulada de la Luna. En l realidad alternativa de Rusch, el módulo lunar sufre una avería y se pierde en el espacio, llevando consigo a sus tres tripulantes. Este acontecimiento marca la vida de un niño, Richard Johansenn, que desde ese mismo momento consagra sus considerables cualidades y energía a rescatar algún día a los tres héroes. Focalizado en ese objetivo, construye con el paso de los años un imperio industrial orientado hacia el espacio.

Se nota que es un texto muy personal. La autora tenía en 1968 (fecha en que tuvo lugar el histórico vuelo) ocho años, los mismos que atribuye a Richard. Por aquel entonces el futuro de la exploración espacial se veía esplendoroso. En 1969 el hombre ponía pie en nuestro satélite y el resto del Sistema Solar aguardaba a los exploradores humanos. Sin embargo, la cosa se torció. Desde 1972 no hemos vuelto a salir del terruño (todo lo más, nos hemos asomado a las ventanas), y ni hablar todavía de misiones a Marte. Todo aquel optimismo desbordado de 1968 se consumió en recortes presupuestarios y problemas «mundanos». «Recuperando el Apollo 8» es la reacción ante esta realidad decepcionante. Pinta un futuro (la mayor parte de la acción tiene lugar en lo que sería nuestro futuro inmediato) tal y como lo hubiera deseado cualquier niño de ocho años que en 1968 hubiera estado pegado a la radio o la televisión esperando noticias sobre tres héroes empeñados en viajar más allá de lo que nadie había llegado antes. Me atrevo pues a sugerir que Kathrin K. Rusch sublima en Richard deseos y frustraciones, porque Richard no sólo lucha, sino que triunfa en su empeño, y su triunfo es el que todo lector de ciencia ficción ansía en su fuero interno.

Una novela corta imprescindible.

Tras esto, se imponía un cambio de registro brutal para cerrar el volumen, y eso es lo que aporta John Scalzi con «Misivas del futuro posible 1: resultados de búsqueda de historia alternativa». En pocas palabras, la aportación de Scalzi es una gamberrada que juega con uno de los puntos jonbar más populares (la muerte de Hitler) y con el concepto mismo de historia alternativa.

Véase también en Rescepto:

~ por Sergio en noviembre 18, 2009.

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