La perra de Alejandría

Aprovechando el estreno de «Ágora», Valdemar ha reeditado una novela de Pilar Pedraza que era inencontrable, «La perra de Alejandría». Ahora es muy fácil de localizar. Basta con ir al stand de Hipatia de cualquier gran librería y allí, junto con «La última noche de Hipatia» de Eduardo Vaquerizo, la novelización oficial de la película y un puñado de otros títulos, hay altas posibilidades de encontrarla. Incluso han añadido un par de líneas a la sinopsis, para recalcar la conexión. Porque, si bien algunos de los eventos de la novela se inspiran en hechos y personajes históricos, Pedraza los utiliza como inspiración para pintar un cuadro gótico, ambiguo, diseñado como un misterio pagano para saturar los sentidos con imágenes y simbolismo.

Así pues, seguramente para liberarse de la tiranía de la fidelidad estricta, transforma a la filósofa y astrónoma Hipatia en Melanta, filósofa y profesora del Mueso, una de las figuras más destacadas del apenas tolerado culto a Dioniso, mientras que el obispo Cirilo se metamorfosea en Críspulo, aunque conserva su beligerancia en contra de paganos y judios. A estos personajes se les unen un puñado más, entre históricos (como el prefecto Orestes) e inventados (el filósofo cínico Elpidio y su discípulo Bárbaro), para mostrar una ciudad abigarrada, repleta de facciones que luchan por el poder con todas las armas a su disposición, en un precario equilibrio al borde del caos que Orestes se esfuerza por mantener.

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El momento histórico nos muestra los últimos coletazos del paganismo clásico, acorralado por el ímpetu de la nueva religión cristiana, que en los cuatro siglos y pico desde su fundación había acabado convirtiéndose en la religión oficial del Imperio. Desparecida pues la faceta civil del paganismo, lo que restan son cultos de índole mistérica (misterios eleusinos, órficos, mitraicos y dionisiacos), de gran influencia en el establecimiento de los rituales cristianos aunque, al contrario que éstos, protegidos bajo un velo de secreto a través de ritos iniciáticos. La competencia es pues directa, llevando a unas relaciones tensas y a una batalla perdida de antemano… que aún deparará un último golpe agónico para morir matando.

El protagonista, si por tal se puede entender, es Bárbaro, un príncipe dacio refugiado en la ciudad tras el asesinato de toda su familia, pupilo del cínico Elpidio. Los cínicos o «perros» siguen las enseñanzas de Diógenes. Viven frugalmente, en la calle, de lo que la gente tenga a bien darles, utilizando la palabra para denunciar la hipocresía y fustigar a los poderosos, constituyendo por tanto un grupo sin recursos materiales pero de cierta importancia moral en el entramado de Alejandría. El problema con Bárbaro es que se trata de un personaje completamente pasivo. Es un observador que se deja llevar por las mareas, conduciéndonos tras sus ojos por los recovecos de la Alejandría de principios del siglo V. Resulta un tanto extraño como recurso narrativo. Hay ocasiones en que su inacción llega a desesperar. No sé si alguna vez me he topado con un protagonista con tan poca personalidad propia. A cambio, nos ofrece una visión sin apenas prejuicios. No se opone a la realidad, la acepta tal y como viene (aunque no por ello deja de aplicar saludables dosis de escepticismo). Navega así la novela, hasta casi el final, entre dos aguas, sin decantarse por abrazar los prodigios paganos (que muchos personajes sí aceptan sin reservas) o reducirlos a explicaciones naturales.

Igualmente ecuánime se muestra la autora a la hora de presentar el conflicto. Se trata de un enfrentamiento político, donde las creencias religiosos definen los bandos antes que los crean. Por un lado está la influyente minoría pagana, que observa con tristeza cómo su mundo agoniza y que sabe que el proceso ya no tiene marcha atrás. Por otro el ascenso de un nuevo poder, ocupado en sus propias luchas internas y ansioso por establecer su predominio y contar con una posición de fuerza para enfrentarse a su rival, el patriarca de Constantinopla, defensor de una visión particular del cristianismo (el nestorianismo, que defendía la separación entre las personas humana y divina de Jesús). Pese a todo, el foco no se encuentra en los acontecimientos históricos, sino en la vida a pie de calle, donde en el momento menos pensado puede montarse una gresca de esas en las que las piedras vuelan sin pararse a considerar dónde apuntan, en el batiburillo que sólo es posible en las fronteras que aún no han sido definidas o en las sociedades abocadas a un cambio radical.

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Con esto llegamos al final de la novela, la prueba palpable de que el cambio se ha producido y, al mismo tiempo, una revancha futil aunque espectacular del rival derrotado. En las últimas páginas se solidifica toda la atmósfera fantástica que impregna la novela, en un clímax que es tanto un símbolo como un guiño a elementos narrativos mucho más recientes (pese a que ya se amenaza con algo parecido en la epopeya de Gilgamesh). En cualquier caso, Pedraza no abandona su peculiar estilo, mostrándonos los acontecimientos en un primer plano entrecortado, casi descontextualizado, con la más leve hilazón entre escenas (que no siempre aporta motivos para los acontecimientos).

En definitiva, «La perra de Alejandría» es una novela de imágenes y sensaciones, que se recrea en la descripción y el lenguaje, dejando como algo secundario la justificación de cada punto de la trama. Es como asistir a un misterio cuyas claves no conocemos del todo. Intuimos que allí al fondo hay un orden bien establecido, pero éste no tiene por qué hacerse evidente a nuestros ojos, de modo que hemos de recurrir a las impresiones para dotar de unidad al conjunto.

Una lectura fascinante (aunque en un par de ocasiones patine un poco con las florituras estilísticas), que sin duda constituye algo diferente, tanto en el campo de la novela fantástica como en el de la histórica.

Otras opiniones:

Otras obras de la misma autora reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en octubre 28, 2009.

5 respuestas to “La perra de Alejandría”

  1. Una magnífica noticia la reedición de este libro. Llevaba un par de años buscándolo sin éxito alguno. Y muy interesante la reseña.

  2. Una reseña muy completa que me ha dado la oportunidad de descubrir tu estupendo blog. Me alegro de haberme pasado por aquí, dejo el link a mie ntrada sobre esta novela: http://heroinasdiscolas.blogspot.com.es/2013/06/la-perra-de-alejandria.html
    Un saludo,
    Sonia

  3. […] en tolerarlas cuando se hacen en privado. Un relato gótico-clásico-mitológica en la línea de La perra de Alejandría o Lobas de Tesalia, pero con su propia personalidad lo que sin duda atraerá a los que disfrutaron […]

  4. […] en sus primeros capítulos hay en La perra de Alejandría una fuerte presencia de lo mitológico, sobremanera al caracterizar una parte de la sociedad, la […]

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