No soy leyenda

La última película de Will Smith es una entretenida película de acción, con una gran interpretación por parte del protagonista y unos efectos especiales sobresalientes, pero lamentablemente no es «Soy Leyenda» (por mucho que el propio Matheson haya apoyado la adaptación).

Vamos primero con algo de historia. Desde la adaptación de 1971 con Charlton Heston (que recordamos con cariño pese a todo), viene circulando por Hollywood la posibilidad de volver a adaptar la pequeña gran novela de Richard Matheson. Cuando más cerca estuvo de conseguir luz verde fue en 1997, de la mano de Ridley Scott, con Arnold Schwarzenegger de protagonista. Sin embargo, los 108 millones en que fue presupuestada hicieron que la productora diera marcha atrás (incluso cuando Ridley ofreció una reescritura que abarataba la producción en 20 millones). Sigue un baile de directores y protagonistas hasta que el propio Arnie (que había quedado como productor ejecutivo) realiza una propuesta a Will Smith, contando con la dirección de Michael Bay. Corría el año 2002, y el par optó por trabajar en «Dos policias rebeldes 2» (básicamente, porque obtenían un 20+20, es decir 20 milloncejos de sueldo más un 20% de los ingresos), pero allí quedó Will, a la expectativa, y en el 2006 el proyecto fue a parar, por desgracia, en manos de Akiva Goldsman (un tipo que no sé cómo sigue trabajando en Hollywood después de firmar «Batman y Robin» y que hasta tiene un Oscar por el infame guión de «Una mente maravillosa»).

Goldsman lanzó la producción (para eso sí que parece competente) y como no le acababa de gustar el guión de Mark Protosevich (podéis leerlo aquí), decidió reescribirlo por completo, apartándolo del libro de Matheson y haciéndolo parecido a la vieja película de Charlton Heston, básicamente porque le molaba más. Se buscó un director que no se metiera demasiado en el guión, Francis Lawrence, más preocupado por el contenido estético que por el filosófico (con quien ya había colaborado en «Constantine») y, claro está, consiguió fácilmente la aprobación del estudio gracias a un final feliz.

En el proceso, Robert Neville consiguió una hija, los infectados dejaron de ser racionales para convertirse en bestias infrahumanas y la peli devino en un espectáculo de acción con ligerísimos toques terrorríficos. Una pena, porque la historia, tal y como la escribió Matheson, es demoledora. Hubiéramos podido disfrutar de un gran película de ciencia ficción y nos tenemos que conformar con una aventura entretenida pero inconsecuente.

I am legend, poster

Pero tampoco hay que ser tan negativos, que en el fondo vale la pena verla por muchas razones.

La ambientación, por ejemplo, deudora de un gran clásico de la ciencia ficción: «La fuga de Logan» (1976, con un remake previsto para el 2010). Si en aquella ocasión el asilvestrado Washington se debía a la magia del Matte painting clásico (el que consiste en cristal pintado frente a la lente), logrando el Oscar a los efectos especiales de aquel año, ahora, en el 2007, el ordenador ha reemplazado a la paleta de pintura y tenemos escenarios desarrollados a partir de complejos programas de simulación, que se encargan de vestir la ciudad de Nueva York con enredaderas, arbolitos y malas hierbas, sin que la visión del realizador se vea constreñida a planos estáticos. Así pues, en una de las primeras escenas nos encontramos a Robert Neville conduciendo un Mustang a toda leche por avenidas desiertas reclamadas por la vegetación, persiguiendo a una manada de ciervos, demostrando por enésima vez este año que la imaginación empieza a ser el único límite para lo que puede rodarse con suficiente dinero disponible.

También cabe resaltar la exploración del efecto que la soledad ejerce sobre Neville, aspecto que no sólo se nota muy bien documentado, sino que Will Smith consigue transmitirnos a la perfección con una interpretación sobresaliente (lejos ya del papel de cachondillo que solía ofrecer en sus películas de acción), adquiriendo especial importancia la compañía de una perra y las artimañas que inventa para seguir engañando a la locura. Esta lectura de la película enmascara quizás otros aspectos que hubiera sido interesante desarrollar (como la fuerza de la obsesión de Neville o su sentimiento de culpa, que quedan apenas esbozados).

Por último, hay escenas de pura acción extraordinarias, donde se muestra lo que permite la técnica al servicio de la planificación más clásica. Los infectados, para los que a mitad producción se optó por el enfoque totalmente digital pues el director no estaba satisfecho con el resultado que daban los especialistas maquillados, son en verdad extraordinarios. El diseño base es obra del gran Patrick Tatopoulos y los chicos de Sony Picture Imageworks se lo curraron en un tiempo récord para tener listas 43 criaturas diferentes capaces de ofrecer lo que el director quería (en su página web, pinchando en «Featured work», podéis acceder a un interesantísimo artículo sobre todo el proceso creativo). El problema (que ya no lo es tanto después del resultado comercial) es que todo esto hizo que el presupuesto escalara hasta los 150 millones de dólares (estimados). De todas formas, para zombis/infectados, mejor «[rec]», todo sea dicho, que es bastante más intensa (sin desmerecer una de las mejores escenas de «Soy leyenda», en la que Neville se aventura en un edificio oscuro en busca de su perra).

En resumidas cuentas, si eliminamos el estúpido epílogo, es una experiencia gratificante. No es «Soy leyenda» el libro, pero ofrece entretenimiento de calidad. No es precisamente intelectual, pero tampoco insulta a la inteligencia. Y Will Smith corre… lo cual suele ser una buena señal.

~ por Sergio en diciembre 23, 2007.

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