Nettle and bone (Ortiga y hueso)

En 2023, durante la pasada (y polémica) Worldcon de Chengdu, T. Kingfisher se alzó con el premio Hugo a mejor novela por «Ortiga y hueso» («Nettle and bone», 2022), una fantasía oscura que bebe profusamente de los cuentos de hadas, sobre todo de «La bella durmiente», aunque no se trata exactamente de un retelling (aunque quizás se concibió en parte como tal), sino que constituye una suerte de revisión a algunos de los conceptos habituales en estos cuentos, tales como los príncipes, las princesas y las hadas madrinas.

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T. Kingfisher es el seudónimo que desde 2013 utiliza la autora Ursula Vernon para publicar fantasía adulta. Con anterioridad, trabajó como ilustradora, alcanzando cierto reconocimiento crítico con la publicación de su webcomic «Digger» sobre un wómbat antropomorfo (2003-2011, premio Hugo de ). Desde 2008, desarrolla una carrera como escritora e ilustradora de libros infantiles (destacando las series Dragonbreath y Hamster Princess), aunque desde el 2018 parece haberse centrado en su producción como T. Kingfisher, que ya le había valido un Hugo en 2021 al relato «Metal like blood in the dark». «Ortiga y hueso» se inspira en un relato ultrabreve, «Godmother», que la autora publicó en 2014, aunque de él solo toma algunos de sus elementos constituyentes.

La protagonista de la historia es Marra, la tercera hija de los reyes de la Bahía, una pequeña nación comercial ubicada entre dos poderosos vecinos, el Reino del Norte y el Reino del Sur. En pos de una alianza dinástica que asegure su supervivencia, casan a la hija mayor, Damia, con Vorling, el príncipe del Norte. No mucho después de los esponsales, sin embargo, llega la devastadora noticia de la muerte de Damia, lo que obliga a Kania, la mediana, a ocupar su lugar, mientras Marra es «guardada en reserva» en el monasterio de Nuestra Señora de los Estorninos (bajo la excusa de no engendrar competencia para el trono de la Bahía).

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Bueno, en realidad la novela arranca con Marra construyéndose un perro de huesos en una tierra maldita, como la segunda de tres pruebas imposibles (tras tejer una capa con ortigas). Lo antedicho se nos cuenta en capítulos alternos a modo de flashbacks. En ellos, mientras avanza la historia de las pruebas, descubrimos que el príncipe es en realidad un maltratador, que además solo quiere a Kania como productora de bebés (varones) para perpetuar su linaje. Razonar todo ello y decidirse a hacer algo al respecto, sin embargo, le lleva un tiempo (mientras se van sucediendo los abortos). Unos quince años.

Es entonces cuando parte en busca de ayuda para matar al príncipe (que mientras tanto se ha convertido ya en rey), y la encuentra en una especie de bruja, que en inglés define como dust-wife (una suerte de nigromante, en oposición seguramente a midwife/comadrona). Una vez ganada su cooperación, se ponen en camino hacia el Reino del Norte, recogiendo por el camino a un par de colaboradores, entre los que se incluye la madrina de Marra (hada madrina), pues parece evidente que no podrán lograr nada si no tratan primero con la magia depositada sobre Vorling por su propia y temible madrina.

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Como se puede ver, los mimbres están ahí. Kingfisher hubiera podido pergeñar un cuento oscuro adulto y fascinante. Por desgracia, la ejecución resulta tremendamente decepcionante.

Para empezar, lo de fantasía adulta sería debatible. Sí, hay alguna que otra descripción oscura y salen numerosos cadáveres reanimados, pero todo queda en un nivel muy, muy juvenil. De hecho, la protagonista, aunque supuestamente tiene treinta años, se comporta como una niña de trece y tiene un desarrollo emocional adolescente. Es, además, rematadamente tonta (y lo que temo es que eso representa la idea que tenía la autora sobre su audiencia, porque a menudo sugiere algo, para después explicarlo con pelos y señales… y terminar un poco más adelante remachándolo a lo burro para asegurarse de que no se le escapa ni al lector más obtuso).

Un pequeño inciso para hablar de Marra. Porque entra directamente en un arquetipo cada vez más prevalente en la literatura fantástica, el de una chica con graves carencias en lo que respecta a la interacción social, que pese a ello logra salir al exterior de su burbuja (el convento en este caso) y lograr grandes cosas (sin tener que cambiar mucho). Es un tipo de fantasía de realización que, al contrario de lo que ocurría con las fantasías heroicas de la ciencia ficción campbelliana (dirigidas a chicos jóvenes), busca sobre todo ofrecer consuelo emocional. Es lo que se ha dado en llamar el supragénero «cozy» o «cosy» (acogedor), y puede encontrarse cozy fantasy, cozy sf, cozy mystery… Se trata de una tendencia cada vez más dominante, y de hecho cuatro de los seis nominados en 2023 a mejor novela en los Hugo pueden calificarse como cozy. Esto no es en principio ni bueno ni malo. Una tendencia, sin más. Todo depende de su implementación. Volvamos a la trama.

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Lo que le puedo reprochar a «Ortiga y hueso» es su absoluta falta de coherencia argumental. Existe en narrativa un principio que se conoce como el arma (o la pistola) de Chéjov. Básicamente, viene a indicar que todos los elementos que presentes han de acabar utilizándose, porque si no, son superfluos. Esto, desde luego, no se cumple en la novela, donde mucho de lo que nos cuenta parece ser mero adorno (el gallo con un demonio dentro, por ejemplo). La vulneración más grave de este principio, sin embargo, lo encontramos en el propio título, porque ni la capa de ortigas ni el perro de huesos tienen la más mínima relevancia en el desarrollo o resolución del conflicto principal.

Su faceta más decepcionante, sin embargo, cabe encontrarla en el sustrato filosófico. He leído que la novela supone una subversión de muchos de los tópicos de los cuentos de hadas, como la pasividad con la que las princesas sobrellevan indignidades. Supuestamente, «Ortiga y hueso» concede agencia a una princesa (Marra, supongo, porque Kania cumple a la perfección su papel de doliente resignada). La realidad, sin embargo, es que Marra toma exactamente una decisión en toda la novela (y tarda años en ello). El resto del tiempo se limita a seguir las órdenes de su madre, de la bruja, de su madrina… Extraña forma de reclamar agencia propia.

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De igual modo, difícilmente puedo aceptar el argumento de la celebración de la hermandad entre Kania y Marra (sisterhood en inglés, que ahí sí que marca el género), porque apenas hablan tres veces en toda la novela (a lo largo de treinta años), e incluso la decisión de salvarla de su suerte parece curiosamente entrelazada y espoleada por la convicción de Marra de que ella es la siguiente. Respecto a los malos tratos y la cosificación de la mujer como mera paridora, constituye un tema que se trata con tanto miedo de herir sensibilidades que queda absolutamente desdibujado y sin fuerza.

A ver, la novela no es un completo desastre. Hay pasajes muy sugerentes, sobre todo cuando la autora se permite adoptar un tono más oscuro o dejar algo más suelta la imaginación (como en el mercado goblin, las catacumbas reales o en lo referente al joven ahogado), pero el entramado queda demasiado suelto para resultar poco más que un entretenimiento ligero… y creo que a un premio Hugo debe exigírsele algo más.

Toca por último hablar de la polémica, porque a los meses de celebrarse la Worldcon saltó la liebre y se hizo público que el comité gestor del premio había censurado unilateralmente y por motivos al parecer políticos a una serie de candidatos, incluyendo «Babel», de R. F. Kuang, la novela ganadora de los premios Nebula y Locus de fantasía. Lo que es más, a medida que se profundizó en los datos, fue cada vez más evidente que el grado de manipulación había sido tan alto que cualquier finalista o ganador había que tomarlo con muchas prevenciones.

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No quiero decir con ello que «Ortiga y hueso» no hubiera estado entre los finalistas, o que no hubiera podido incluso ganar limpiamente. Después de todo, quedó segunda en los Locus y fue también finalista del Nebula. Por desgracia, eso es algo que nunca sabremos. El resto de nominados al Hugo, por lo que pueda valer, fueron «La Sociedad por la Preservación de los Kaiju» de John Scalzi, «Legends & lattes» de Travis Baldree, «Nona la Novena» de Tamsyn Muir, «La hija del doctor Moreau» de Silvia Moreno-Garcia y «The spare man» de Mary Robinette Kowal. A Kuang, Baldree, Muir y Kingfisher, se les unieron en la papeleta final de los Nebula Nicola Griffith con «Spear» y Ray Nayler con «La montaña y el mar».

Otra opiniones:

~ por Sergio en junio 20, 2024.

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