El colapsio

Wil McCarthy es un escritor de ciencia ficción dura estadounidense, con una carrera que se extiende principalmente a lo largo de poco más de una década, entre 1994 y 2005, período durante el que publicó sus nueve novelas, de entre las que destacan las cuatro que conforman la serie del Reinado del Sol (Queendom of Sol), que le proporcionaron dos nominaciones a los permios Nebula.

Ingeniero aeroespacial, su ficción se fundamenta en conceptos altamente especulativos, de entre los que quizás destaque el de la materia programable, un concepto amplio y difuso, que él contempla como una malla semiconductora de puntos cuánticos, capaz de emular las propiedades físicas de cualquier conjunto de átomos (llegando incluso a «imitar» materiales imposibles). Todo ello lo expuso en su libro de ensayo «Hacking matter» (2003).

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«El colapsio» («The collapsium», 2000) fue la primera novela de la serie del Queendom of Sol, ambientada en la octava década de dicha entidad política, que abarca todo el Sistema Solar, unificado bajo una monarquía elegida por un pueblo de inmortales (gracias a la tecnología del fax, una especie de nanoensamblador que, aparte de poder reproducir cualquier cosa, sirve de teletransportador y reparador de cualquier daño físico en el cuerpo humano).

Aparte del uso ubicuo del fax y de la materia programable (en forma de un supermaterial bautizado como «wellstone»; «roca pozo» en la traducción), el autor añadió al conjunto el colapsio del título, otro pseudoátomo, consistente en estructuras estables compuestas por microagujeros negros (del tamaño de un protón, pero con una masa de mil millones de toneladas). Entre otros usos más esotéricos, el colapsio se emplea (y aquí empezamos a entrar en los terrenos de la especulación realmente forzada) para la construcción de la red recsin, un sistema de comunicaciones ultralumínico (que no vulnera las ecuaciones relativísticas… aunque tampoco se me antoja muy congruente con las teorías cosmológicas más aceptadas).

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Todo ello sirve de trasfondo a tres crisis sucesivas, en las que el genial científico (más bien ingeniero) Bruno de Towaji deberá acudir al rescate del reino, desde su retiro autoimpuesto en un microplanetoide artificial en el cinturón de Kuiper (la primera de ellas se publicó de forma independiente en 1999, en forma de cuento largo, como «Once upon a matter crusher»). En todos los casos el peligro proviene de un fallo o sabotaje en el nuevo cinturón colapsitador en torno al Sol (que reducirá sensiblemente el retraso de comunicación a través del astro), con la amenaza de que los microagujeros negros caígan en la estrella y acaben devorándola.

Como se puede apreciar, tenemos grandes ideas, apuestas elevadas y un personaje con potencial… Por desgracia, McCarthy no sabe sacarle todo el juego posible a estos elementos, componiendo una trama que evoca sobre todo a la space opera clásica, dando lugar a un híbrido ciertamente curioso, aunque no del todo exitoso. Así, mientras que por su vertiente hard bien podríamos encontrarnos ante un heredero de autores como Arthur C. Clarke, Charles Sheffield, Hal Clement o Robert L. Forward, su narración evoca más bien la sencillez aventurera de escritores como Edmond Hamilton… por mucho que intente darle un poco más de empaque reflexionando en torno a la carga de la fama y la genialidad (no ayuda el que resulta difícil empatizar con un genio ricachón y con el talento social de un escarabajo pelotero).

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En vez de explorar a fondo los fundamentos, posibilidades y consecuencias de las extraordinarias tecnologías que propone , se contenta con tirar por la vía fácil, demostrando además no poseer una excesiva facilidad para la divulgación científica, ni de hecho experiencia en ciencia pura. La visión de De Towaji, pese a tratarse en principio de un físico teórico, es más fin la de un experto en ciencia aplicada; un ingeniero con una capacidad rallana en lo milagroso para sacarse de la manga e implementar soluciones novedosas en un tiempo récord, convirtiéndolo en poco menos que un Deus ex Machina portátil (y en todos y cada uno de los casos deja pensando si de verdad era necesaria una mente genial para llegar a una solución que no suele antojarse excesivamente brillante). Es ésta, además, una faceta a la que no ayuda una traducción desafortunada, en un encargo que tal vez requería no sólo de conocimientos filológicos, sino también de una cierta competencia en temas científicos (McCarthy, ya de partida, no pone las cosas fáciles).

Por debajo (o por encima) de todos estos problemas, sin embargo, es posible percibir una propuesta que no carece de interés, con una clara intencionalidad retro, que busca evocar esos planet opera de antaño. Así, nos encontramos con arquetipos todo lo clásicos que es posible serlo en el género (como el del científico loco) y con una narración que emula un registro histórico, narrado desde la perspectiva que da el tiempo (lo cual, por otro lado, resta buena parte de su credibilidad a la amenaza de destrucción). El resultado lo tenemos en la ya mencionada superficialidad del conjunto, que desaprovecha la ocasión de abordar cuestiones de mayor calado, lo cual se posiciona en contra de las tendencias más actuales, que abogan por una especulación social al menos a un nivel similar a la tecnológica (véase Charles Stross, Karl Schroeder o, tirando más hacia la space opera, Iain Banks).

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«El colapsio» conquistó su nominación al premio Nebula en 2002, siendo derrotada por otra space opera, de un estilo más moderno aunque experimentando también con la hibridación (en su caso con la novela romántica): «Rosa cuántica», de Chatherine Asharo (la sexta de sus novelas sobre el imperio Skaliano y una de las más ligeras a nivel científico, aunque su estructura se organice como metáfora, según indica la autor, de la teoría de la dispersión cuántica). Otros nominados ese año fueron «Tormenta de espadas» de George R. R. Martin, «Declara» de Tim Powers, «Tránsito» de Connie Willis o «A través de Marte» de Geoffrey A. Landis.

La serie del Reinado del Sol se completó con «The wellstone» (2003), «Lost in transmission» (2004) y «To crush the moon» (2005, candidata también el Nebula de su año).

Otras opiniones:

~ por Sergio en diciembre 16, 2015.

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