Dioses comiendo moscas

He aquí una antología singular, y por varias razones. Para empezar tenemos la autoría, compartida entre tres escritores: Jorge Biarge, Sergio Perales y Ernesto Sierra, a razón de cinco, cuatro y cinco cuentos respectivamente, amén de un decimoquinto producido a seis manos. Si este modelo, a mitad camino entre la antología unipersonal y la clásica de las obras colectivas de un texto por autor, es poco común, no digamos ya si la «asociación» se ha prolongado en el tiempo. Por cuanto podemos discernir, al menos nueve años, pues en el 2002 los mismos autores se dieron el gusto de publicar otra antología compartida bajo el sistema de autoedición: «Triángulo escaleno».

Título aquél, por cierto, que les cuadra a la perfección, pues siendo tres voces con características distintivas, lo cierto es que «Dioses comiendo moscas» se presenta como una recopilación tremendamente coherente. Tres elementos disímiles, unidos por los vértices para conformar una figura geométrica plana cerrada, en la que las inquietudes, recursos y desarrollos se entremezclan, se enriquecen mutuamente y se difuminan en la proximidades del centro de gravedad (que se trata más bien de un concepto hipotético, no concretizado en el relato compartido, que se limita a posicionarse en punto sin especial relevancia dentro del continuo literario delimitado por los hipotéticos lados del triángulo.

La adscripción genérica también presenta peculiaridades. En realidad, sospecho que, pese a cierta querencia por el fantástico, es de mayor importancia el evidente interés en el relato (en general corto, típicamente rondando las ocho o nueve páginas, con unos pocos ejemplos de mayor extensión) como género en sí mismo, un fin antes que un medio, con las pinceladas de ciencia ficicón, fantasía o terror al servicio de los intereses literarios o filosóficos de cada segmento (con influencias evidentes de autores como Borges o Cortázar, así como por la literatura de corte psicológico, más interesada en describir estados y plantear interrogantes que en dar respuestas).

En cuanto a la ordenación de los textos, no es en modo alguno azarosa. La antología se abre inclinada decididamente hacia la ciencia ficción (donde destaca la aportación de Ernesto Sierra). Así pues, desde «Última estrella fugaz» a «Abecedario», se combinan elementos clásicos del género (robots, drogas de efectos diversos, viaje en el tiempo, crisis ecológicas…) con una exploración de temas como la inmortalidad (y la mortalidad), el yo, la (incorrecta) gestión de conflictos o las conexiones interpersonales. Siendo, por otro lado, el estilo cercano a la New Wave en lo literario.

De ahí, «Dioses comiendo moscas» se dirige hacia la alegoría, bien sea de tintes orwelllianos («El estado vertical»), bien con raíces más borgianas («Ciudad jardín»), introduciendo además el surrealismo, con la irrupción del elemento fantástico en el mundo cotidiano (acontecimiento recibido con templanza y mesura por parte de los personajes). Paralelamente, cobra importancia el retrato psicológico, con cierta fijación en lo patológico (desde el análisis externo de una mente criminal en «Griticultor» hasta la vacuidad existencial de «El amor es más frío» o la disección de la atracción morbosa y la hipocresía de «Vitezslav, el pintor»).

La antología de 2002

Así, llegamos al final del volumen, con las sublecturas filosóficas cobrando protagonismo, hasta el extremo incluso de materializarse en forma de (seudo)ensayo, culminando así la tendencia hacia la introspección narrativa, presente en todo el volumen (donde el diálogo se muestra como un recurso secundario, sin el protagonismo del narrador/analista, bien sea el hipotético ente omnisciente, bien alguno de los personajes, que entabla conversación con una supuesta audiencia o directamente con nosotros, los lectores).

«Dioses comiendo moscas» es antología con una clara aspiración literaria; un experimento singular, ocho años de producción inédita (de los autores, sólo he podido encontrar un cuento de Ernesto Sierra, no incluido en la antología, en un número de Axxón del año 2006) que ve ahora la luz podría decirse que por sorpresa. Como es lógico, nos encontramos con algún pequeño altibajo, motivado en general (en mi caso) por tropezar con algún pasaje o desarrollo que queda demasiado difuso (y en un cuento en concreto por antipatía personal hacia el tema), pero la impresión general es muy positiva. Una de las características que más aprecio en una antología es que posea un sabor propio, y «Dioses comiendo moscas», pese (o quizás gracias) a su autoría trina, hace gala de una personalidad bien definida a la par que singular.

Agradezco a Grupo Editorial AJEC el envío de un ejemplar de «Dioses comiendo moscas» para su reseña en Rescepto.

~ por Sergio en octubre 14, 2011.

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