Texturas del miedo

«Texturas del miedo» es el primer libro de Ignacio Cid Hermoso, y no será el último, eso puedo asegurarlo sin sombra alguna de duda. Llevo mucho tiempo desconectado de foros, así que de este autor apenas había leído algún cuento aislado, por lo que la nueva antología de Saco de Huesos me ha permitido descubrirlo (encomiable, por cierto, la labor de esta joven editorial).

El título escogido para agrupar trece de sus relatos resulta a priori poco evocativo, carece de sutileza. La lectura del volumen, sin embargo, desvela lo apropiado del mismo. Cuando me enfrento a una antología de único autor siempre procuro buscar el motivo central unificador, lo que la distinguiría de cualquier otra compilación diferente que hubiera podido realizarse. No pretendo afirmar que este proceso sea completamente consciente, pero cuando la selección resulta coherente el leitmotiv emerge espontáneamente. En el caso de la obra que nos ocupa, se trata sin duda del miedo.

No me estoy refiriendo a algo tan superficial como que todos los relatos pueden clasificarse bajo la etiqueta de «terror», sino que el miedo, además de una sensación que aspiran a evocar en el lector, es protagonista destacado. En todos y cada uno de los cuentos, a veces incluso como elemento principal, alguno de los protagonistas se ve acosado por el miedo, y el autor no nos escatima detalle alguno sobre su padecimiento. Las descripciones son variadas y potentes. Cada caso es particular; obedece a unas causas y se manifiesta de forma diferente. Cada miedo, en definitiva, posee su propia textura, e Ignacio Cid Hermoso nos obliga a experimentarlo con los personajes.

La sensación de desasosiego que se experimenta al leer «Texturas del miedo» nace de la empatía en su nivel más primario. No hace falta que el lector se ponga en el lugar de los personajes, la prosa misma se encarga de ello. Sí, por un lado podría considerarse que hace trampas, pues conduce de la mano hacia el lugar donde desea situarnos, pero cuando algo está tan bien hecho deja de ser una trampa y se transforma en un truco de magia. La literatura no es sino eso, prestidigitación con palabras.

La excelencia ténica no se limita a la descripción de los miedos. A decir verdad, otra de las características de la antología es la perfecta ambientación, lograda a base de un notable uso de las metáforas, con el grado justo de innovación y exhuberancia para resultar frescas sin recargar el texto. También es destacable el recurso narrativo, empleado en muchos de los relatos, de frustrar las expectativas, buscando no sólo la sorpresa (algo bastante sencillo) sino también la coherencia. En este aspecto no se puede hablar de un éxito total, pues en un par de casos el giro resulta obvio desde el principio y en algún otro la impredicibilidad se sale un tanto de madre, echando a perder el efecto, pero incluso estos cuentos menos redondos resultan estéticamente satisfactorios.

Hay un aspecto, sin embargo, en el que sí se nota la relativa inexperiencia del autor. Los diálogos resultan a menudo demasiado fríos, de una premeditación antinatural. De igual modo, el registro es bastante plano, sin que existan grandes diferencias (tics léxicos aparte) en concordancia con cuestiones tales como la edad de los personajes, su educación o incluso el contexto histórico (algo que echa a perder un poco uno de los cuentos largos). Son diálogos modelados por la historia; se ajustan a sus necesidades, pero no nos abren ventanas al interior de las mentes que supuestamente los conciben.

Esta salvedad no quita de que «Texturas del miedo» sea una gran antología. El terror (o lo que habitualmente se cataloga como tal) rara vez consigue transmitirme sensaciones a un nivel emocional (supongo que no sorprendo a nadie si me defino como analítico), y eso es algo que han conseguido varios de los cuentos recogidos en este volumen.

Hablando de lo cual… Supongo que a estas alturas ya resultará evidente que no pretendo diseccionar la obra relato a relato (si deseáis saber más sobre ellos, podéis consultar los enlaces que pondré al final… aunque personalmente no termino de coincidir con todas las valoraciones). Eso es algo que sólo abordo en obras colectivas, por consideración hacia los autores. Considero más interesante intentar transmitir una imagen global del libro, pues el todo es mucho más que la suma de las partes. Quisiera, sin embargo, destacar uno de los textos, el que cierra el voluman: «Basilio Figueroa».

En muchos aspectos constituye un outliner dentro de la antología. Es el único, por ejemplo, que costaría clasificar como de terror (demasiado surrealista para ello, aunque detalles escabrosos no le faltan). Entre los tres relatos largos, además, es el mejor estructurado. Pero además, el miedo no presenta el mismo protagonismo que en el resto de narraciones. ¿O sí?

La sensación que invoca «Basilio Figueroa» es más insidiosa que el simple pánico glandular omnipresente en «Texturas del miedo», su origen es más filosófico que la preocupación por el bienestar y seguridad propios o de alguien querido. El cuento explora, a través de una imaginería onírica y un tanto kafkiana (sin desdeñar frecuentes toques humorísticos), la angustia existencial, la reafirmación de una identidad propia, aunque ésta se dé de bruces con las expectativas más tradicionales. En particular, trata sobre el ansia creativa, y o mucho me equivoco o presenta importantes elementos autobiográficos.

Es pues apropiado que cierre la antología, pues, paradójicamente, es la historia de donde surgen todas las demás.

Agradezco a Saco de Huesos Ediciones el envío de un ejemplar de «Texturas del miedo» para su reseña en Rescepto.

Otras opiniones:

~ por Sergio en febrero 23, 2011.

2 respuestas to “Texturas del miedo”

  1. Gracias por la reseña, Sergio. Me alegra comprobar que haya conseguido su propósito.
    Un abrazo

  2. De nada.

    Gracias a ti por una lectura tan interesante.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.