Avatar

No podía faltar en Rescepto una crítica al nuevo fenómeno mundial, que da la casualidad que es una película de ciencia ficción. ¿Por qué he tardado tanto? Bueno, es lo que me ha costado hacerme con una entrada decente para verla en 3D (y aun así tuve que pasarme por taquilla cinco horas antes para asegurarme una distancia apropiada hasta la pantalla). Ayer mismo, la recaudación mundial llegó hasta los 1.134 millones de dólares, batiendo a «El retorno del rey» por el segundo puesto histórico. Ahora todo es camino despejado hasta los 1.800 millones de «Titanic» (que no es descartable que pueda superar, sobre todo si los Oscars le son propicios).

En este tiempo me he encerrado en una cueva, sin leer críticas, ni escuchar comentarios, ni tan sólo ver los trailers (tan sólo he seguido los datos de taquilla día a día, es una manía que tengo). Ha sido difícil, pero ha valido la pena, porque la mejor manera de afrontar «Avatar» es sin preconcepciones. Así pues, si aún no la has visto, deja de leer ahora mismo o no me responsabilizo por haberte estropeado la experiencia. ¿Estamos de acuerdo? Pues allá voy con mi análisis.

La primera vez que supe de esta película fue en 1998. Por aquel entonces, recién estrenada «Titanic», ya era el proyecto estrella de James Cameron y su empresa de efectos especiales, Digital Domain. Se suponía que iba a revolucionar el mundo del cine, aunque con la tecnología existente hubiera costado 400 millones (justo el doble de lo que acabó costando «Titanic», que por entonces era la película más cara de la historia, por un generoso margen). En vez de contentarse con menos o dedicarse a otros menesteres, Cameron se pasó una década desarrollando los instrumentos necesarios para llevar su visión a la gran pantalla (estrecheces económicas no tenía, pero de todas formas eso es dedicación). En el 2002, tras ver la actuación de Gollum/Serkis comprendió que el CGI fotorealista, animado por captura de movimientos, había llegado a la altura, pero faltaba un ingrediente, la tridimensionalidad. Ni corto ni perezoso, al igual que había diseñado cámaras y lentes especiales para rodar el auténtico Titanic en las llanuras abisales del Atlántico, desarrolló todo el instrumental óptico y el software necesarios para dotar a las imágenes cinematográficas de profundidad. El resultado se aprecia ya en la primera escena de «Avatar».

Hasta ahora, los grandes estudios han estado jugando con la tecnología RealD (inaugurada con «Chicken Little»), un sistema que permite la ilusión de imágenes tridimensionales a todo color. De este truco se han beneficiado sobre todo las películas de animación digital (al fin y al cabo, los modelos con los que trabajan ya son tridimensionales, así que tan sólo se trata de una cuestión de render), aunque se limitaban a diferenciar las capas de la imagen y a sacarse de la manga un par de truquitos extraídos directamente del manual del auge del 3D bicolor (rojo/azul) de los años 80 (lanzar cosas hacia el espectador o apuntarle con algún objeto punzante, en cualquier caso, generar la impresión de que determinados objetos sobresalen de la pantalla). Esto les ha venido funcionando bastante bien, incluso en unas pocas producciones en imagen real (como el remake de «San Valentín sangriento»), pero a partir de ya, dejará de ser suficiente (y más de una peli que se encuentre actualmente en postproducción va a sufrir por las comparaciones), porque el 3D de «Avatar» no es así.

Casi lo primero que vemos es un hangar gigantesco, que se hunde en la distancia, con las paredes punteadas por cápsulas de criosueño. La pantalla se ha transformado en una ventana, un portal hacia otro mundo, un mundo de naves espaciales, selvas exóticas y maravillas bajo un cielo alienígena presidido por la mole inmensa de un gigante gaseoso. Olvidémonos por un momento de cuestiones como los personajes o la historia. Son secundarios, meros instrumentos para vender una sensación, la de que, sentados en nuestras butacas, se nos permite asomarnos a Pandora, un lugar que sólo existía en la imaginación de James Cameron y como un torrente de bits en una red de ordenadores.

El cine es ilusión. Ilusión de movimiento, a partir de la sucesión de imágenes estáticas; ilusión de vidas, con actores encarnando a personajes; ilusión de mundos, desde el papel pintado del teatro hasta los actuales escenarios virtuales. El realD es un paso más en la ilusión, un paso intermedio entre la realidad virtual inmersiva (que es aquella que nos reserva el futuro)  y la no inmersiva (circunscrita a una superficie plana). Ahora, esa superficie plana ofrece una ilusión de profundidad (aunque siga anclada espacialmente) y «Avatar» es la primera producción que aprovecha a fondo esta ilusión.

Esto no es un preámbulo inconexo. Estoy tratando de fijar el marco de referencia para juzgar la película. No es tanto una historia como una declaración de intenciones. El futuro dirá si estará a la altura de «El cantor de jazz» como revolución, o si estamos ante un proceso más paulatino (como la introducción del color). Cameron nos invita a descubrir Pandora junto con su protagonista, Jake Sully. Su emoción casi infantil mientras explora el nuevo mundo y descubre sus maravillas es la nuestra. En cierto sentido, constituye nuestro avatar, nuestro alter ego al otro lado de la mágica frontera que supone la pantalla. A través de sus ojos descubrimos las maravillas del mundo, tanto las tecnológicas (en la base terrestre) como las naturales (escenarios fantásticos, selvas bioluminiscentes, formaciones rocosas inverosímiles, dragones…). Literalmente, nos invita a dejarnos sumergir en la ficción.

La historia aquí es algo secundario. Hablemos claro, es más simple que el mecanismo de un botijo y casi igual de vieja, pero no importa. Su función es servir de soporte, y la cumple a la perfección. Además, simple no significa estúpida (como por desgracia es habitual en las últimas películas de acción y efectos especiales). Se limita a dejarse de complicaciones innecesarias e ir directamente al quid de la cuestión, construyendo por el camino un entramado autorreferencial lo bastante denso para dar coherencia a la trama… y punto.

Sí, como aficionado echo de menos algo más de esfuerzo en la creación de una cultura alienígena que no parezca un reflejo idealizado de cualquier tribu amerindia, y el discurso ecologista es quizás demasiado new age, pero muestra un par de elementos redentores, que si bien no se desarrollan en esta película sientan las bases para una exploración más profunda en las dos continuaciones que ya se han anunciado (sin fecha, así que tampoco conviene aguantar el aliento). Por un lado, está la explicación científica a lo que podríamos llamar «fenómeno Gaia» (la interconexión entre todas las formas de vida y la hipotética consciencia planetaria). No avanza mucho, pero las implicaciones son fascinantes. Por otra lado, cabe analizar la relación entre sueño y vigilia. No es una casualidad que la transición entre ser humano y avatar implique entrar en fase REM. Jake Sully cumple primero su sueño de recuperar el movimiento en las piernas, y luego explora ese mundo maravilloso que es la concreción del sueño de otra persona (Cameron). En cierto momento comenta que empieza a confundir qué experiencia es la más real (y, bueno, quien haya visto la película ya sabe cómo termina el asunto). Así pues, metafóricamente, se nos está mostrando una transición desde el mundo real (repleto de decepciones) a un paraíso más allá de los sueños, lo cual puede reinterpretarse también, enlazando con lo que comentaba al principio de esta reseña, como un desafío: ya nada es imposible de filmar; la única limitación será la imaginación.

Ya llegarán las tramas complejas y los diálogos magistrales. Por ahora toca plantar el culo en la butaca y abrir bien los ojos. Hay experiencias que se saborean mejor con traquilidad, sin quemar etapas. Cada fotograma de Pandora posee suficiente atractivo para aguantar el tipo por sí solo, el que además la historia no interifera (es decir, no te saque a patadas de ambiente a base de estupideces como ocurre con Piratas del Caribe o Spiderman) es un plus. A nivel de historia no pertenece desde luego a la tradición de la ciencia ficción literaria, pero visualmente me recuerda un montón al cómic europeo de los años 70 y 80, una especie de Heavy Metal en versión PG-13 y fotorrealista. Cuando los costes lo permitan, ya llegarán propuestas de más enjundia (y minoritarias).  Aquí había una inversión que amortizar, y, sobre todo, un mundo (no Pandora, sino el de el cine fantástico en realD) que presentar.

Objetivo cumplido.

~ por Sergio en enero 7, 2010.

11 respuestas to “Avatar”

  1. De acuerdo con lo que expones y sobre todo en que mientras ves la película, estás totalmente inmerso en Pandora. POr cierto, si mal no recuerdo, ese planeta «Gaia» también tuvo su protagonismo en una de las novelas Fundación de Asimov, ¿no? Lo digo porque siempre me he preguntado si alguien se atrevería con la saga asimoviana. Actualizada, eso sí. Quizás Cameron…

  2. Sí, Gaia aparecía en «Los límites de la fundación», la cuarta novela, e incluso posteriormente en una obra semi-independiente, «Némesis». Es un concepto muy manido de la ciencia ficción.

    Lo cierto es que hace ya varios años que corre por Hollywood un proyecto para adaptar la serie de Fundación, pero los informes que se filtran de tanto en tanto son como para echarse a temblar. El problema no es que alguien se atreva (la ignorancia es atrevida), sino que alguien con suficiente talento y respeto se haga con el control del proyecto. Y es que Asimov es muy difícil de adaptar, porque sus novelas no se prestan con facilidad a la transición a película (siempre he pensado que la mejor opción sería la novela corta «A lo marciano»).

    De cualquier forma, ya hay otras opciones en marcha. Ridley Scott está preparando el rodaje en realD (inspirado por «Avatar») de «La guerra interminable». Además, seguro que ahora se desempolvan muchos proyectos (el último anunciado, una nueva adaptación de «Dune», bajo la batuta de Pierre Morel) y quizás alguno de ellos valga la pena.

  3. Avatar me ha devuelto la ilusión perdida por la ciencia ficción en película. Ya estaba sintiendo que no habrían más películas que consiguieran hacerme sentir un niño nuevamente.

  4. Sí, creo que el cine, con películas como «Avatar», puede renovar ese viejo «sentimiento de maravilla» que la literatura quizás ha dejado un poco atrás, cuando el género era más inocente. Es agradable desconectar cualquier sentido crítico, de forma automática, no como precaución ante la presivible estupidez del espectáculo. Como un niño, vamos.

  5. Siento disentir (en realidad no lo siento en absoluto, pero por empezar con algo). Avatar es una película estéticamente impecable y tecnológicamente revolucionaria. Pero… al final una película cuenta historias y las de Avatar es para coger al guionista y fusilarlo sin remordimientos.
    Yo me digo, James Cameron (al que considero un gran director de cine de acción) tiene la idea de la película Avatar durante casi 20 años en un cajón esperando que hubiera suficientes adelantos técnicos para hacerla y fabricando literalmente esa tecnologia. ¿Y de verdad que en esas dos décadas no ha tenido tiempo de hacer una historia mínimamente original o por lo menos decente? Quitando la base argumental que podría ser un plagio descarado del cuento «Llamadme Joe» de Poul Anderson
    El argumento/trama me pareció impresentable, aunque el espectáculo visual sea fascinante. Pero como dijo en su dia Asimov, que te guste una película solo por sus efectos especiales es como si te gustara una comida solo por el color que tiene…

  6. Cameron quería una película de ciencia ficción para el gran público, no para un puñado de expertos (por una simple cuestión de coste/retorno de inversión). En ese sentido, la historia es simple, casi propia de los años 50 (¿De la Edad del Oro? Mejor de la Era del Pulp). Sin embargo, simple no quiere decir necesariamente mala. Un guión es más que historia. Es ritmo, es apelar al puro sentido de maravilla, es jugar un poco con conceptos en modo alguno novedosos, pero casi inéditos en el cine). No pido mucho más en una película. El mundo audioviusal, a nivel de ideas, lleva décadas de retraso con respecto al literario (acaban de estrenar la primera serie de ciencia ficción pura, que avanza más allá del space opera simplón y los temas clásicos: «Cáprica»).

    El guión de «Avatar» es más simple que un botijo, pero al menos no insulta al espectador como los de «Furia de titanes», «Terminator salvation» o «Sunshine». Es un mero soporte, que ni molesta ni se inmiscuye demasiado. Quizás dentro de unos años, cuando la tecnología permita el mismo nivel de detalle sin gastar 200 ó 300 millones, podremos ver alguna peli de ciencia ficción minoritaria que, además, suponga un tour de force intelectual.

    Respecto a Asimov… ¡Qué iba a decir! Los efectos especiales de su obra (la técnica literaria) eran de serie B chapucera. Él, que no era precisamente tonto, barría para casa.

    En cualquier caso, «Avatar» es un poco más que efectos especiales. Para eso ya tenemos bodrios insufribles como «2012».

  7. la viste en el cine, en 3 d o normal.

  8. 3D, por supuesto. Creo que es la única película, por ahora, en la que el uso de esta tecnología es algo más que un simple reclamo publicitario. Vamos, que está hecha para el 3D, al igual que «El mago de Oz» o «Lo que el viento se llevó» se rodaron para el color. Y creo que seguirá así hasta que a finales de año llegue «Tron: Legacy» (por alguna razón, el impacto del 3D en la animación digital, en la que podría considerarse una evolución lógica, no resulta tan diferenciador).

    Eso sí, al parecer, la calidad en la percepción del 3D mediante este sistema es específica en cierto grado de cada usuario, por lo que la experiencia no es exactamente igual para todos.

  9. Ya la vi. Y me gustó. No le encontré pegas al argumento ni me importó que fuese sencillo y hasta predecible. No necesito descocarme cada vez que veo una película, pero si la historia se cierra sin hilos sueltos y sin incoherencias, me doy por satisfecha. Vistos los efectos, también me gustaron. No hay peor experiencia para mí que ir a ver una película de temática fantástica y que los efectos sean malos. Te sacan de inmediato de la película y definitivamente no te fijas ni en el guión. Es imprescindible que los efectos sean adecuados (mínimos o espectaculares) en películas fantásticas, luego, que el argumento sea coherente, esté narrado con fluidez y no insulte la inteligencia del espectador; finalmente que las actuaciones sean correctas (aquí Sam Worrington lo hace bastante plano, pero algo cumple, afortunadamente el peso de la película recae sobre la criatura digital). A partir de estos tres pilares, lo demás es bonus: si tienes un super guión, una super actuación o todavía mejores efectos, ya es una maravilla. ´Después vi Transformers 2 y noté que faltaba prácticamente todo. Era de verdad, sólo efectos, y ni siquiera eran fascinantes como los de Avatar. Un bodrio auténtico. ;)

  10. «Transformers 2» no es una película… ¡es un insulto con alevosía! Eso sí que es terrible, que la gente pueda llegar a pensar que la ciencia ficción es eso.

  11. Buena descripción :)

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