Harry Potter y las reliquias de la muerte

Esta crítica llega con un retraso significativo, habida cuenta que han pasado nueve meses desde la publicación del capítulo final en la serie de Harry Potter y que ya se han escrito ríos de tinta sobre esta novela en particular y la saga como un todo (tantos, de hecho, que en esta ocasión me abstendré de poner ningún enlace a reseñas alternativas al final; que cada cual navegue a su aire). A decir verdad, el libro se ha pasado varios meses en una estantería, esperando el momento en que me apeteciera leerlo, de lo cual se deduce que no soy un gran fan de la obra de J.K. Rowling. Las razones supongo que quedarán bien expuestas a lo largo de esta especie de crítica. Hay mucho que alabar en la serie: imaginación, capacidad de conectar con los lectores, construcción de personajes secundarios y ambientes memorables… Sin embargo, desde una perspectiva literaria, se transforma en un cúmulo de trampas, atajos, desarrollo nulo de personajes, deus ex-machinas, ausencia de lógica interna y descarado abuso del recurso del Elegido (aderezado con importantes toques de Mary Sue).

Durante los seis libros anteriores (en particular los primeros), casi todos estos defectos se ven ampliamente compensado por las virtudes ya enumeradas. El problema con el séptimo es que debía ofrecer un cierre adecuado a los múltiples hilos abiertos, en particular al enfrentamiento entre Harry y Voldemort, y aquí es donde lo endeble de la estructura que cimenta la serie acaba por ceder.

Es algo que se veía venir. La gran oportunidad de construir un final digno de las expectativas creadas se perdió, en mi opinión, con el quinto libro, «Harry Potter y la Orden del Fénix». El tomo anterior, «El cáliz de fuego», a pesar de la hipertrofiada historia del Torneo de los Tres Magos, parece lanzar en sus últimos capítulos la serie hacia un nuevo nivel, dejando en segundo plano el microcosmos de Hogwarts para dar inicio al gran enfrentamiento contra Voldemort y sus mortífagos (nota: mala traducción de «death eaters», pues resulta casi imposible captar su significado etimológico; hubiera sido muy preferible «mortívoros»). Por contra, lo que nos encontramos en la Orden es un retroceso al status quo previo. Aquí no ha pasado nada, las autoridades lo niegan todo y sigamos con nuestras historias escolares, que es lo que mejor se nos da (incluso el enfrentamiento final se antoja paródico, con un profuso empleo de hechizos de colegio por parte de experimentados asesinos). No digamos ya «El misterio del Príncipe» (Half-blood Prince, ejem), que es un perfecto ejemplo de cómo alargar hasta el infinito una anécdota para acabar con el único hecho relevante de todo el tocho.

reliquias

Pues bien, «Las reliquias de la muerte» siguen el mismo camino. No ocurre absolutamente nada relevante hasta bien pasadas 450 páginas y el clímax, ese enfrentamiento que se venía configurando desde el primer capítulo de «La piedra filosofal», se resuelve en menos de 100, a base de viñetas inconexas y el uso de un lógica un tanto difusa, que podría resumirse en la gran frase: «porque es el Elegido».

Lo siento mucho, pero Rowling no tiene ni idea de crear épica. En cuanto se ve obligada (por la propia narración) a abandonar el primer plano, se pierde. Es un problema de base. El mundo mágico de Harry Potter se ha construido según un sistema que podríamos denominar de «write on demand«, con un absoluto desprecio por la lógica interna. Después, claro, hay que poner parches para intentar justificar las incoherencias. Un ejemplo: ¿Para qué porras son necesarios los trasladadores y la red flu en un mundo donde cualquier adulto puede desaparecerse y llevarse consigo pasajeros? Por supuesto, los trasladadores no se mencionan hasta «El cáliz de fuego» (porque hay uno implicado en la resolución), y la desaparición hace su aparición en el sexto libro, justo a tiempo de ser usada profusamente en éste y sobre todo el siguiente (que nos ocupa). Luego, para justificar todo este tinglado, hay que sacarse de la manga todo tipo de normas y regulaciones para intentar explicar por qué nada de todo esto ha sido siquiera mencionado antes. El resultado es que toda elección se antoja arbitraria. Acostumbrados a que nos rompan los esquemas cada dos por tres, es más fácil aceptar las soluciones sacadas de la manga y, por ende, es más sencillo para el escritor recurrir a ellas sin sonrojarse.

J.K. Rowling ha contado en numerosas ocasiones que ella ha sabido casi desde el principio hacia dónde se dirigía su historia. Pues bien, quizás lo supiera, pero no ha sabido conducirnos hasta allí (salvo a empujones). En «Las reliquias de la muerte» se inventa personajes nuevos (Ariana Dumbledore, Regulus Black), concede papeles cruciales a otros que apenas había mencionado (Aberforth Dumbledore, Gellert Grindelwald) e incluso centra buena parte de la trama en las famosas reliquias, unos artefactos mágicos sacados de la chistera para la ocasión (a la manera de los transportadores). También mata a unos cuantos personajes, pero son todos secundarios sin importancia (y los pocos secundarios de cierta entidad que fallecen lo hacen de formas tales que el impacto emocional es casi nulo).

deadlyhallows

¿Cómo cerrar cuando apenas te quedan unos capítulos para acabar con la serie? Muy fácil: haciendo que uno o dos personajes lo expliquen todo con pelos y señales, porque eso de que las piezas encajen por sí solas hay que dejarlo para una ficción construida de forma sólida y con unas reglas bien definidas.

Capítulo aparte merecen el trío de personajes principales. Ante todo, no sé por qué no se ha centrado la historia en Hermione. Al fin y al cabo, es ella la que hace siempre todo el trabajo. Harry se pasa los siete libros chuleándose o enfadado con el mundo y salvándose de los peligros por pura chiripa (¿Es éste el arquetipo de héroe que conecta con las nuevas generaciones? ¡Qué horror!). En cuanto a Ron… bien, es algo así como C3PO, sólo que pelirrojo. Ninguno de ellos evoluciona en absoluto de los 11 a los 17 años (el período descrito). De hecho, buena parte de los acontecimientos importantes en su crecimiento ocurren «fuera de cámara» (las castas relaciones románticas, por ejemplo, se forman o se rompen en los períodos interlibros, de modo que nos encontramos con una situación de fait accomplit). El único personaje que realmente parece evolucionar es Severus Snape, pero la torpeza con que se nos muestra (y la revelación final) convierte su desarrollo en un artificio más, una oportunidad para justificar giros insostenibles y apuntalar la historia.

En definitiva, «Harry Potter y las reliquias de la muerte» no es ni mejor ni peor que el resto de libros de la serie, pero su obligada función conclusiva, que no sabe cumplir, pone de manifiesto el carácter anecdótico y la inconsistencia del mundo de Harry Potter. Lo peor de todo es que, alejada de Hogwarts, la autora no sabe qué hacer con sus personajes. Puede que el segmento más aburrido de toda la saga sea el periplo por Inglaterra en busca de los Horrocruxes, perlado de diálogos más propios de chavales de trece años que de adultos (según la «mayoría de edad mágica») de diecisiete.

Queda la esperanza, eso sí, de que Hollywood acuda paradójicamente al rescate. Como comentábamos hace un tiempo, tras las insulsas aportaciones de Chris Columbus (fidedignas en exceso), Alfonso Cuarón inicio con «Harry Potter y el prisionero de Azkabán» la verdadera adaptación de la obra de Rowling al lenguaje cinematográfico, logrando en el proceso modelar unos personajes que, al contrario que en los libros, evolucionaban (parte de la «culpa» supongo que habrá que depositarla en los actores, aunque sólo sea por crecer). La cuarta película, de Mike Newell, se veía lastrada por la necesidad de mostrar el Torneo de los Tres Magos. Sin embargo, David Yates consiguió con «Harry Potter y la Orden del Fénix» lo que parecía imposible, destilar la prosa de Rowling y extraer de ella la evolución lógica de la serie hacia un enfrentamiento en toda regla entre las fuerzas del bien encarnadas por la susodicha orden y Voldemort y sus secuaces. La película es más madura y más oscura que el libro en que se basa y, aun tomándose grandes libertades, resulta una extraordinaria adaptación que marca un camino que las dos próximas cintas harían muy bien en seguir. ¿Se obrará de nuevo la magia con la ya próxima «Harry Potter y el misterio del príncipe»? (repite el director, David Yates, aunque se vuelve al guionista «oficial» de la saga, Steve Kloves). Al menos parece ser que los productores así lo desean, pues será también Yates el encargado de llevar a la pantalla «Harry Potter y las reliquias de la muerte», en dos entregas previstas para el 2.010 y el 2.011. Veremos lo que logra con esta materia prima. Los ladrillos son sólidos, es el trabajo de albañilería lo que no ha estado a la altura.

~ por Sergio en noviembre 25, 2008.

5 respuestas to “Harry Potter y las reliquias de la muerte”

  1. Lástima, me hubiera gustado ver al mexicano dirigiendola, la verdad que Yates no lo hace tan mal, pero Cuarón se fija más en cada detalle, y lo más importante, logra que actores tan pésimos como Radcliffe o Watson parezcan que de verdad actuan. (cosas que la mayoría del público que tiene este tipo de películas ni los nota, pero ahí están para la gente que sabe degustar del cine) Al igual que puede manejar a un puñado de chiquillos mal actores, puede con actores de la talla de Juliane Moore. No cualquier director puede hacer eso, y se ha ganado mi aprecio por eso.

  2. Cuarón consiguió la que posiblemente sea la entrega más cinematográfica, pero también la menos taquillera (algo en realidad achacable al desastre de la precedente, como comento en la entrada). Lo cierto es que su agenda para este año y el siguiente está complettísima, así que Yates no es mala opción, sobre todo porque tengo la impresión de que las entregas que restan precisan de un enorme trabajo de reinterpretación y maduración, labor en la que el británico se ha mostrado sobresaliente.

  3. Talvez no me expliqué muy bien, pero sí… hay algunos directores que logran hacer eso… Por eso vi de la tercer película en adelante. A decir verdad las primeras dos me quedaba dormido… seguramente por el guión infantil, o seguramente por ser muy mal actuadas… o seguramente por haber sido mal dirigidas (Yates no las hizo). Respecto a él me parece bien… porque si estoy seguro que el trabajo que le espera es grande. Igualmente dudo que se den el lujo de desepcionar al fiel público. Saludos

  4. Habiendo visto ya la sexta película de Potter, me reafirmo en la opinión de que Yates es magnífico. A despecho de muchos fanáticos, que querían ver en la película todo el libro, me pareció la mejor adaptación hecha de la saga y excelente como película en sí misma. Igual, en relación con el trabajo de actores (como el caso de Tom Felton y su bien logrado Draco Malfoy).
    Con respecto a Cuarón, pues no me impresionó mayor cosa, la verdad.

  5. Es que con 250 millones de presupuesto ya podrá. Eso sí, saca petróleo de un material de partida bastante deficiente (junto con la primera mitad del séptimo, el sexto libro es lo más cansino de toda la serie).

    Lo que se aprecia por las recaudaciones es que no están consiguiendo ganar nuevos espectadores. Por ahora el incremento en el precio de las entradas está compensando la pérdida de audiencia, pero si siguen con la escalada presupuestaria, en como tengan un resbalón (y esta última película ha desengañado a mucha gente) podrían llevarse una sorpresa (aunque no hasta el punto de perder dinero, claro, y menos contando con el mercado internacional).

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