La bella durmiente

Sacar trastos del baúl sirve también para comprobar lo que cambia el estilo en dos años (incluso admitiendo que Mundos Freakticios tenía una orientación diferente de Rescepto Indablog y que durante su breve andadura se actualizaba diariamente). De hecho, no puedo resistirme a realizar un par de añadidos a lo que escribí hace dos años. Ahí se va la intención de no perder demasiado tiempo con las entradas del mes.

Hoy toca animación clásica (1959), la magnífica e infravalorada decimosexta película de dibujos animados de la Disney (entre las caninas «La Dama y el vagabundo» y «101 Dálmatas») y una de mis favoritas desde una gloriosa sesión doble (junto con «Un astronauta en la corte del rey Arturo») hace muchos, muchos lustros.

¿Por qué? Bueno, para empezar, Maléfica es una mala como Dios manda, con un gran decorador (con ciertas tendencias hacia el ruinismo), una presencia digna e imponente, un repertorio de hechizos que ya quisieran para sí algunos advenedizos brujos actuales (¡Esa pedazo barrera de espino! ¡Ese dragón!) y unas líneas de diálogo a la altura. Después está Tchaikowsky. La banda sonora proviene principalmente del ballet «La bella durmiente» del genio ruso (predecesor musical directo de los grandes compositores de música de cine). El ajustarse a sus acordes confiere a las imágenes de una fuerza excepcional, muy en la línea de «Fantasía». Y, por supuesto, acción a raudales (con un príncipe que, para variar, se gana la paga, aunque sea con generosas dosis de ayuda mágica).

Estilísticamente, supuso una ruptura con lo que venía haciendo Disney, concediéndosele mucha mayor importancia al diseño artístico, que llevó a unos decorados que huían del realismo, con muchas líneas rectas, inspirada en los tapices medievales, y con elementos de colores muy vivos sobre un fondo considerablemente más sombrío (de hecho, la película en general es muy oscura). El guión incorporó conceptos que por cuestiones técnicas no habían podido emplearse en las dos anteriores películas de Disney basadas en cuentos de hadas («Blancanieves» y «La Cenicienta», en especial de la primera, pues los animadores no habían conseguido dos décadas antes animar de forma convincente a la figura masculina del príncipe). En 1959, para lograr el máximo realismo posible, se empleó la rotoscopia para utilizar como referencia metraje en imagen real (Aurora estaba «interpretada» por Helene Stanley, quien anteriormente ya había «sido» Cenicienta). De acuerdo, tal vez los personajes principales, la princesa Aurora y el príncipe Felipe, no sean de lo más trabajado que pueda encontrarse, pero ahí están los secundarios para cubrir el hueco. Los felices y antitéticos consuegros, por ejemplo, o, en especial, el trío de hadas: Flora. Fauna y Primavera (antológicas casi todas su intervenciones).

Por desgracia (para Walt), el mundo no estaba preparado para entender de buenas a primeras esta obra maestra, y las bajas recaudaciones estuvieron en un tris de llevar a la Disney a la quiebra. Desde entonces, y gracias a las sucesivas reposiciones en 1970, 1979, 1986 y 1993, ha ganado muchísimo, tanto como para ser la vigesimo octava película más taquillera de la historia en recaudación ajustada a la inflación. Sin embargo, en 1959 los seis millones de su presupuesto constituían una enormidad comparados con los de sus coetáneas (el mismo año, por ejemplo, «Con faldas y a lo loco» costó la mitad, y «Con la muerte en los talones» un 66%, claro que el récord lo ostentó «Ben-Hur» con nada menos que 15 millones).  Sólo logró recuperar la mitad en su primera exhibición (ahora se le atribuyen 51, que serían 500 al precio actual de las entradas). Para entender el porqué de tan alto presupuesto, se puede apuntar que la película tardó ocho años en completarse (la producción se inició en 1951, en 1952 se grabaron las voces, la animación ocupó de 1953 a 1958 y la banda sonora estereofónica se grabó en 1957… no hay duda, ya no las hacen como antes).

Por cierto, decididamente, azul.

~ por Sergio en junio 14, 2008.

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