El cazador de jaguares

Lucius Shepard irrumpió en el campo de la literatura fantástica a finales de 1983, publicando cuentos en las antologías Universe de Terry Carr y las revistas Asimov’s Science Fiction Magazine y The Magazine of Fantasy and Science Fiction (básicamente, las publicaciones punteras de la época), ejerciendo desde el primer momento un impacto que le llevó a cosechar en 1985 el premio John W. Campbell a mejor nuevo autor. Aunque cuenta en su haber con una decena de novelas, sus mayores reconocimientos los ha cosechado siempre en la ficción breve, contando en estas categorías con numerosos premios y nominaciones a los principales premios fantásticos (Hugo, Nebula, Locus y World Fantasy).

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En 1987 Arkham House publicó su primera antología, «The jaguar hunter», que incluía textos publicados originalmente sobre todo en 1984 y 1985 (junto con una novela corta de 1986 que de hecho le valió ese mismo 1987 el premio Nebula). La antología en sí obtendría al año siguiente los premios Locus y World Fantasy de su categoría. En su traducción al español, concurren un par de circunstancias a tener en cuenta. Primero, que la traducción no se hizo a partir de la edición de Arkham House, sino de una posterior (posiblemente la británica en Paladin/Grafton de 1989), que excluye la novela corta de 1986 («D&D», integrada a partir de entonces en la novela «Vida en tiempos de guerra») y añade en su lugar tres cuentos, uno de 1983 (inicialmente excluido por Shepard o su editor) y dos de 1987. Segundo, y tal vez más relevante, divide la antología en dos volúmenes: «El cazador de jaguares» y «El hombre que pintó el dragón Griaule».

La presente reseña es exclusivamente del primer volumen (porque no dispongo del segundo) y cabe mencionarlo porque eso afecta por necesidad a la estructura originalmente diseñada por Shepard. Incluye seis textos: dos relatos, tres relatos largos y una novela corta. Antes de examinarlos (someramente) de forma individualizada, me gustaría ofrecer una visión de conjunto… y para ello primero tengo que hablar de Shepard.

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Como ya apunta Michael Bishop en el prólogo, Lucius Shepard se apartaba de la norma por lo que respecta al prototipo de autor novel de ciencia ficción y fantasía de la época. Para cuando publicó su primer cuento, contaba ya con treinta años, había pasado por un matrimonio y un divorcio, había viajado por medio mundo, entrando en contacto con culturas diferentes a la suya nativa y había desempeñado diversos oficios, desde integrante de diversas bandas de rock hasta corresponsal en la guerra civil salvadoreña. Es un bagaje que se manifiesta de mil modos, desde una especial comprensión de las peculiaridades culturales de las poblaciones nativas hasta una influencia palpable de corrientes literarias extranjeras como el realismo mágico sudamericano.

Existen, además, características comunes a todos los cuentos incluidos en «El cazador de jaguares». Para empezar, el escenario no solo posee una importancia crucial, sino que además suele ser «exótico», bien sea una isla caribeña, un país centroamericano o la capital del Nepal. Incluso la novela corta cuya trama transcurre en los EE.UU. presenta una ubicación evocadora: la antigua isla ballenera de Nantucket. Invariablemente, además, Shepard se toma su tiempo (a veces demasiado tiempo) para caracterizar tanto el escenario como la psicología de sus personajes, labor que le ocupa varias páginas antes de empezar a introducir siquiera el elemento fantástico. Por último, cabría mencionar un cuidado primoroso en las descripciones, con una sensibilidad casi poética que contribuye a mantener esa atmósfera de exotismo creada en los primeros compases de las historias (a costa, a veces, de descuidar un tanto la trama y forzar alguna que otra transición brusca entre escenas).

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El cuento que da título al conjunto, publicado originalmente en The Magazine of Fantasy & Science Fiction en mayo de 1985, está ambientado en la selva hondureña. Debido a una deuda, Esteban, un antiguo cazador de jaguares con un método muy particular, se ve obligado a ir en busca de una bestia negra que está impidiendo la expansión de la ciudad. Atrapado en un matrimonio infeliz, el alma de Esteban se encuentra también en conflicto, dividida entre las antiguas creencias ancestrales de las que reniega y su educación cristiana. La verdadera naturaleza del jaguar que ha de cazar pondrá a prueba todas sus convicciones y le forzará a tomar una determinación. Con un tono muy cercano al realismo mágico, «El cazador de jaguares» fue finalista de los premios Nebula y World Fantasy.

«La noche del Bhairab Blanco» cambia radicalmente de escenario, conduciéndonos a Katmandú, la capital del Nepal, donde Eliot, un estadounidense, trata infructuosamente desde hace años de alcanzar el Nirvana a través de la meditación. Entre intentona e intentona, Eliot se acoge a la hospitalidad de un potentado local, el señor Chatterji, con un acusado interés en las historias de encantamientos. El mismo día que su patrón acoge a una turista extranjera (huida al Himalaya por sus propios motivos), se recibe en la mansión una chimenea supuestamente encantada. La historia hibrida con éxito las historias occidentales de fenómenos paranormales con el folclore hinduista. La historia fue publicada originalmente también en F&SF, en octubre de 1984.

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«El Salvador» (F&SF, abril 1984) es un cuento más breve y el único de la antología con elementos de ciencia ficción. Nos lleva a un futuro cercano impreciso en el que un comando estadounidense participa en la guerra civil salvadoreña, buscando guerrilleros sandinistas. Para soportar su labor, los soldados recurren asiduamente a una droga que potencia sus sentidos, pero que también va cambiando su percepción de la realidad. El protagonista, Dantzler, empieza a cuestionarse la moralidad de su misión y, sobre todo, los métodos salvajes de su superior, al tiempo que su percepción de la realidad se transforma, bien sea por efecto de los estupefacientes, por un descenso hacia al locura o por la acción de una antigua magia chamánica indígena. Se trata de un cuento que se adivina muy personal, nacido posiblemente de la necesidad de divulgar lo que estaba ocurriendo en el país centroamericano, y que fue reconocido con el premio Locus en 1985 (así como con nominaciones a Hugo y Nebula). Pese a esto, al contrario que otros relatos de la antología, lo encuentro quizás en exceso maniqueo, como si la necesidad de transmitir el mensaje se hubiera impuesto a otras consideraciones estéticas.

El texto más amplio del volumen es la novela corta «Cómo habló el viento en Madaket» (Asimov’s, abril de 1985), en la que Shepard cambia de registro tanto por su ambientación norteamericana (la isla de Nantucket, en el estado de Massachusetts), como por una decidida inclinación hacia un terror muy cercano al de Stephen King. Peter Ramey, un hombre que está huyendo de las ruinas de su pasado y que posee, sin saberlo, unas habilidades especiales, llama la atención de un elemental del viento, cuya atención desatará en la pequeña población turística una catástrofe que afectará especialmente a quienes han intentado acercarse a Peter. Pese a alguna que otra extraña elipsis narrativa, se trata quizás del texto que mejor combina la vertiente psicológica con la trama fantástica.

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«Coral negro» (Universe 14, 1984) fue la primera historia vendida por Shepard (aunque no la primera publicada). También es en mi opinión el peor relato de la antología, no quedando muy claro qué pretendía contar con él el autor. El protagonista es Prince, un veterano de Vietnam que pasa los días entre alcohol y chanchullos diversos en una isla hondureña del mar Caribe, sin terminar de integrarse en la cultura mixta (caribeña y latina) de la isla. Cierto día en que está «celebrando» el décimo aniversario de su evacuación de Saigón, unos lugareños le dan a probar un droga local, el coral negro, con unos efectos devastadores sobre su psique (encontrándonos de nuevo en ese terreno ambiguo en el que se entremezclan y se confunden la magia.. o quizás la tecnología y la locura).

Por último, «Los ojos de Solitario» (que fue su primera publicación en The Magazine of Fantasy & Science Fiction, en septiembre de 1983), nos devuelve de nuevo a un escenario hondureño y a terrenos próximos al realismo mágico, con una historia en la que por una vez se prescinde casi por completo de protagonistas estadounidenses. El conflicto se establece entre un militar de ascendencia española pura y un curandero local mestizo, con motivo de la mujer india de primero y un supuesta infidelidad (a la que finalmente la acaba empujando su marido). Es un relato poético, casi realista, que supone en muchos sentidos una versión más depurada de «Coral negro» (aunque se publicó antes, se había escrito después), ya que trata temas muy similares, con especial atención a las consecuencias que derivan de nuestros actos (sin olvidar la imprescindible mención a los antiguos poderes, desplazados por la irrupción de la civilización occidental). «Los ojos de Solitario» le reportaron a Shepard su primera nominación a un premio importante (el World Fantasy), en 1984.

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En su conjunto, los seis cuentos constituyen un conjunto tremendamente sólido y sorprendentemente (por lo primerizo) coherente, a través del cual Lucius Shepard abre ventanas a un mundo mágico que se agazapa en las fronteras de nuestra realidad no tan cotidiana (por ese toque de exotismo que convierte quizás ese elemento fantástico en más inevitable). Flota también sobre casi todas las historias una cierta perspectiva melancólica, de maravillas que están desapareciendo o realidades antiguas cuya pervivencia se ve puesta en entredicho (salvo quizás en «La noche del Bhairab Blanco»). También destaca su posicionamiento moral, aunque expuesto con suficiente vaguedad como para no resultar impositivo, sino meramente expositivo y abierto casi siempre a la interpretación del lector.

En definitiva, «El cazador de jaguares» es una antología (o media) imprescindible, que confirmó la irrupción de un nuevo talento en el terreno del cuento fantástico, dotado no solo del talento literario necesario para hacer su propuesta estéticamente llamativa, sino también del trasfondo necesario para que no quede en un ejercicio hueco de estilo, sino que haya detrás toda una filosofía vital que le dé consistencia. Los cuentos tal vez no sean perfectos (generalmente en cuestiones de ritmo), pero en su imperfección reside también el elemento que los hace tan personales.

Otras opiniones:

~ por Sergio en febrero 14, 2023.

2 respuestas to “El cazador de jaguares”

  1. Por si alguien está interesado en saber sobre el segundo volumen «el hombre que pintó al dragón Griaule» Editado por ALCOR consta de 7 historias:

    Delta Dulce Miel
    El ejercicio de la fe
    El fin de la vida tal y como la conocemos
    La historia de una viajera
    Mengele
    El hombre que pintó al dragón Griaule
    Una lección española

  2. Gracias por recordarme la existencia de estas maravillas, afortunadamente dispongo de los dos volúmenes publicados por Alcor, pero dada la antiguedad (30 años) y la poca continuidad del autor, estan en el angulo oscuro demi memoria. Gracias

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