El traje del muerto
Una de las más significativas entre las nuevas voces del terror es la de Joe Hill, quien inició su carrera en 1997, vendiendo historias a diversas revistas, catorce de las cuales fueron recopiladas en una edición limitada titulada «20th century ghosts». Tras ganar por ella tanto el Bram Stoker como el British Fantasy y añadir en 2006 un World Fantasy de novela corta (por «Voluntary committal»), se anunció que en 2007 publicaría su primera novela, «El traje del muerto» («Heart-shaped box»), cuyos derechos cinematográficos ya habían sido adquiridos por Warner Bross (aunque la producción no ha avanzado todavía más allá de la etapa del primer guion). Se filtró entonces la noticia: Joe Hill era en realidad Joseph Hillström King, el hijo mediano de Stephen King.
La motivación tras el subterfugio del seudónimo estaba clara. Joe Hill deseaba hacerse un nombre propio, lejos de la sombra de su famoso progenitor, algo especialmente importante al haberse decantando igualmente por el terror, e incluso hoy en día, cuando esta información es ya de dominio público, todo el material promocional de sus libros (cuatro novelas y cuatro antologías hasta la fecha) evita cualquier tipo de referencia familiar.
«El traje del muerto» demuestra claramente que Joe Hill no se limita a copiar el estilo de Stephen King (aunque es imposible hoy en día huir por completo de su influencia). Dentro de una concepción del horror como un género bestseller, nos encontramos con una obra muy dinámica, que huye hasta cierto punto de la saturación de referencias pop (aunque no puede evitarlas por completo) y prima sobre todo lo que ocurre, antes que el por qué ocurre, o cuáles son las implicaciones de lo que ocurre.
La historia se nos narra desde el punto de vista de Judas Coyne, estrella retirada del hard-rock, quien a los cincuenta y pico años se limita a vivir en su rancho, con sus perros y una sucesión de jovencitas góticas, a las que atrae con su aura de chico malo y que bautiza con el nombre del estado del que proceden en un evidente intento por marcar cierta distancia emocional. Es una existencia bastante vacua, que se ve sacudida por una compra aparentemente impulsiva de un objeto macabro para su colección: el traje con el que fue enterrado un muerto, que según afirma la vendedora viene con fantasma incluido.
Lo que no hubiera podido esperar, sin embargo, es que aquella venta online fuera en realidad una trampa, destinada a «maldecirlo» con la presencia del fantasma vengativo de Craddock McDermott, un viejo hipnotizador y zahorí, padrastro de Florida, la penúltima chica de Judas, de quien se libró por su conducta bipolar y que, al parecer, acabó suicidándose. Así, sin tiempo apenas para construir tensión, el espectro de Craddock empieza a acosar tanto a Jude como a quienes le son cercanos (básicamente, su asistente Danny y su chica actual, Georgia), utilizando sus poderes de sugestión para introducir en su cerebro pensamientos negativos.
A todo esto se le añadiría un padre moribundo que hace treinta años que no ve (fue un hombre violento y maltratador, que empujó al joven que entonces se llamaba Justin Cowzynski hacia la música como vía de escape, y ya tenemos planteada la novela. No es precisamente compleja, y su único punto de originalidad estriba en la idea de que la maldición pueda lanzarse por eBay. Entre eso y el comportamiento tremendamente consciente del espectro, estamos ante una historia de fantasmas que huye de los parámetros más clásicos. Corta por lo sano y pasa de la fase de la insinuación paranormal, así como de la investigación sobre los posibles motivos de la maldición (es algo que se nos revela en los primeros capítulos), para entrar directamente en la interacción y, hasta cierto punto, en la lucha de voluntades. En otras palabras, alguien que espere una narración de fantasmas tradicional encontrará en «El traje del muerto» poco disfrute. Es todo demasiado directo.
También resulta algo decepcionante en la faceta terrorífica. No es una novela que vaya a provocar miedo salvo a los más susceptibles. En parte es por lo difícil que resulta identificarse con Judas Coyne (una ex estrella del rock, ricachona y aburrida, no constituye un alter ego con el que el común de los mortales podamos sentirnos identificados), pero la prosa de Joe Hill tampoco ayuda. Es muy ágil y efectiva, pero carece a mi entender de capacidad atmosférica. Con los fantasmas no se puede excesivamente explícito, porque se alimentan del misterio, se nutren de la intromisión de la paranormal en la cotidianidad; y con «El traje del muerto» no tenemos ni una cotidianidad con la que podamos relacionarnos, ni la recomendable sutileza espectral.
A esto se le añaden unas sublecturas muy someras, que apenas se exploran más allá del tópico superficial (padre maltratador, abusos sexuales en la infancia…) y tenemos un libro que no debería funcionar… pero que sin embargo lo hace, al menos a nivel de mero entretenimiento.
Joe Hill sabe manejarse con la narración. Toca todos los puntos necesarios, y si no lo hace en profundidad, al menos sí sabe qué tiene que ofrecer al lector para que siga leyendo. Por otro lado, todo lo olvidable que es Judas, con Georgia consigue un personaje interesante, que posiblemente hubiera sido mucho mejor como punto de vista. Su evolución, eso sí, es un poco forzada, pero dado que la observamos desde el egotismo de Judas, se trata de algo hasta cierto punto disculpable. Su historia familiar de fantasmas, además, sí que cumple con todos los requisitos del género, y aunque en principio constituye una subtrama sin apenas importancia, proporciona más vértigo sobrenatural que todas las intromisiones aparatosas de Craddock McDermott.
Tan solo añadiré que durante el clímax mi impresión fue que la narración de Joe Hill era sobre todo visual. Es decir, sus descripciones resultaban más cinematográficas (o comiqueras) que literarias. No me extraña que la Warner si fijara en la historia, porque estoy seguro de que sería muy fácil de adaptar. Hasta las apariciones fantasmagóricas resultan eminentemente visuales (o aurales, dada la querencia del muerto por apropiarse de las retransmisiones radiofónicas). «El traje del muerto» no es una historia de fantasmas personal e introspectiva, sino un producto comercial, tan superficial y formulaico como efectivo… y sospecho que tan fácil de consumir como olvidable. A veces no se necesita mucho más.
«El traje del muerto» conquistó el premio Bram Stoker a la mejor primera novela. También estaba nominada en la categoría de mejor novela, que perdió ante «Virus», de Sarah Langan, así como al August Derleth, que fue (de nuevo) para Ramsey Campbell, por «The grin of the dark».
Otras opiniones: