En alas de la canción

Thomas M. Disch nunca se sintió cómodo bajo la etiqueta de la New Wave, pero su novela de 1979, «En alas de la canción» («On wings of song», serializada originalmente en The Magazine of Fantasy and Science Fiction) podría casi considerarse el canto de cisne del movimiento (y como prueba inequívoca de que el género estaba evolucionando hacia otros derroteros, el propio Disch abandonó en adelante la ciencia ficción, dando un giro a su carrera hacia el terror).

La historia, además, es la más autobiográfica (hasta cierto punto, que el mismo autor se cuidaba mucho de recalcar que se trataba de ficción) de toda su carrera, constituyendo por añadidura una de las grandes novelas sobre la experiencia de ser homosexual en un ambiente ultraconservador hostil (como la Iowa donde nació). Curiosamente, y según comentó en alguna que otra entrevista, esa lectura tan evidente pasó prácticamente desapercibida, tanto entre el público en general como dentro de la propia comunidad gay, quizás por el modo en que disimula una metáfora profunda dentro de otra superficial.

La historia sigue la vida de Daniel Weinreb, comenzando como chaval en una represiva Iowa del futuro cercano, dominada políticamente (al igual que todo el Cinturón Agrícola o el Medio Oeste de los EE.UU.) por el fundamentalismo religioso ultraconservador. El mayor anhelo de Daniel es aprender a volar (mediante un dispositivo del que no se dan excesivos detalles), pero en su estado hasta cantar está prohibido… y el canto es la única manera de alcanzar el estado mental imprescindible para convertirse en una hada, una inteligencia incorpórea que, dejando abandonado el cuerpo, puede viajar con casi completa libertad a cualquier lugar. Para lograr su objetivo, Daniel tendrá que trasladarse a otro estado más liberal, como del de Nueva York, y sacrificarlo todo por su pasión.

La metáfora es tan, tan burda que no solo no deja espacio a la interpretación, sino que apenas se concede a sí misma margen de maniobra. En otras palabras, no hubiera funcionado.

Disch, logra, sin embargo, desarmar cualquier posible objeción dejando meridianamente claro que el «vuelo» no tiene nada que ver con el sexo, y lo logra haciendo que el resto de la novela sea intensamente sexual, empezando por la relación de Daniel con la hija del potentado local, y siguiendo, una vez en Nueva York, con insinuaciones más o menos veladas sobre su actividad como chapero para sobrevivir y al menos una relación homoerótica forzada (aunque no físicamente sexual por motivos evidentes) con una vieja estrella del bel canto… un famoso castrati.

Disch logra así algo casi imposible, destruir el significado evidente de su propia metáfora, transformándo la pasión anhelada en un impulso puramente artístico y reconfigurando la historia como un relato de superación de las propias limitaciones y de sacrificio por un ideal poco menos que abstracto. Hace, por supuesto, un muy buen trabajo. Se preocupa hasta tal punto de destruir cualquier pretensión de que el canto tenga algo que ver con el sexo (no digamos ya con la homosexualidad) que ese significado queda libre, desvinculado de significante y casi forzado a buscar una nueva metáfora a la que dar sentido, y ahí nos vemos obligados a interiorizar la trama, a ser más sutiles y a buscar, una vez descartada la interpretación superficial, una relación más profunda entre lo que se nos narra y la explicación que intuimos.

A grandes rasgos, lo que procura Disch es emular el viaje emocional de un homosexual, nacido en una comunidad ultraconservadora, que busca nuevos horizontes en una gran ciudad (donde, pese a todo, siguen existiendo trabas e intolerancia). No es un periplo vital completamente «realista». De forma muy poco característica en la obra de Disch, existe a grandes rasgos una evolución positiva, tanto en lo personal (es decir, con respecto al destino de Daniel) como en lo social, con una dinámica de incremento de la tolerancia. A la postre, por supuesto, el autor no puede contenerse y necesita concluir con un inciso tan, tan negativo que bordea el humor negro. El que en el contexto se haya producido una mejora (o un alivio de la distopía), sin embargo, es algo muy significativo dado el tema subyacente, y no hay que dejar de recalcarlo.

Hay mucho más en la novela que esta sub-sublectura sexual. Disch aprovecha para lanzar dardos contra el capitalismo desaforado y también para abordar la cuestión racial a través de la sátira. Así, por ejemplo, tan recientemente como en 1960 se había prohibido en los EE.UU. una práctica extremadamente popular durante más de un siglo, el maquillaje blackface para los espectáculos, por considerarlo racista. Polemista nato, Disch va un paso más allá y crea a los faunos, personas que, en los círculos del espectáculo, alteran la pigmentación de la piel (salvo en zonas concretas y muy visibles, a modo de marca) para hacerse verdaderamente negros. Toda una provocación que, cuarenta años después, no ha perdido relevancia (aunque tal vez sí esa cercanía referencial comentada, por no hablar del blaxpolitation setentero, que termina de darle fuerza).

Leído hoy, por añadidura, «En alas de la canción» resulta terriblemente premonitorio. El mundo que describe, dominado por la intolerancia, el narcisismo, el provincialismo, el conformismo, el comercialismo y la frivolidad (descripción de Michael Bishop), se parece tanto a aquel que se está conformando a nuestro alrededor que no sé si resulta deprimente o aterrador.

De la hornada de premios del año, tuvo que contentarse con el John W. Campbell Memorial (que por una vez acertó de pleno). Resultando finalista de Hugo, Nebula, BSFA y Locus, galardones que perdió contra antiguos representantes del hard clásico («Fuentes del paraíso«, de Arthur C. Clarke, ganador de Hugo y Nebula), nuevos valores emergentes («Titán«, de John Varley, ganador del Locus) o viejos maestros de la New Wave de camino hacia otros pastos («Compañía de Sueños Ilimitada», de J. G. Ballard, ganadora del BSFA y finalista también del Campbell junto con «El verano del pequeño San John», de John Crowley).

Pese a este relativo desprecio dentro del género (explicable en parte por ir a contracorriente), es uno de los escasos libros fantásticos incluidos por Harold Bloom dentro de su controvertido Canon de la Literatura Occidental (y si hablamos de ciencia ficción moderna, el único junto con «La mano izquierda de la oscuridad«, de Ursula K. Le Guin).

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en octubre 24, 2018.

3 respuestas to “En alas de la canción”

  1. Muchas gracias por la mención. Tu reseña nos parece especialmente reveladora, con una interpretación muy interesante que da mucho que pensar y reflexionar. No conocíamos tu blog, así que nos quedamos por aquí para echarle un vistazo.
    Un saludo. :)

  2. […] y otra vez aun cuando no sea especialmente recibida por su público. A lo sucedido con obras como En alas de la canción me […]

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