Nicolai Klimii iter subterraneum (Viaje al mundo subterráneo)
Ludvig Holberg está considerado el padre de la literatura danesa y noruega moderna. Aunque nació en la actual Noruega en 1684, por aquel entonces los reinos de Dinamarca y Noruega se encontraban unidos, con preponderacia política y cultural danesa (por los estragos que la Peste Negra causa en la vecina Noruega). Tras viajar en su juventud por toda Europa, acabó optando a diversas posiciones públicas en Dinamarca, mientras desarrollaba una productiva carrera literaria que produjo numerosas obras teatrales cómicas, poemas, ensayos y tratados históricos, con la adición de una única novela, la que nos ocupa en esta entrada.
Tras haberla escrito posiblemente en su juventud, y temiendo la reacción que la mordaz sátira que impregnaba sus páginas pudiera suscitar (poniendo en peligro sus cargos públicos), acabó publicándola en 1741… en latín y en Alemania. El gran éxito de esta edición propició su «traducción» al danés en 1742 y, sobre todo, que la obra alcanzará una difusión y popularidad que difícilmente hubiera conseguido de otro modo.
La novela se encuentra evidentemente inspirada en «Los viajes de Gulliver» (Jonathan Swift, 1726), al narrar el periplo fantástico del noruego Niels Klim por los reinos del interior de la Tierra, lo que le sirve al autor para repartir críticas y alusiones más o menos veladas hacia los comportamientos hipócritas de sus contemporáneos, sin ahorrar munición contra el clero, el funcionariado, los académicos e incluso la monarquía. Aunque al igual que hizo Luciano de Samosata con «Historia verdadera» no existe en ningún momento intención de pasar por ciertas sus ocurrencias (en evidente crítica también hacia los libros de viajes fantasiosos, que tantos siglos después seguían proliferando), se ha etiquetado a menudo la historia de Niels Klim como de proto ciencia ficción, por ser uno de los primeros ejemplos del uso en la ficción de la hipótesis de la Tierra Hueca.
El planteamiento científico de esta hipótesis se lo debemos a Edmond Halley, quien en 1692, para explicar las anomalías del campo magnético terrestre (y de paso las auroras boreales), propuso que el interior de nuestro planeta contiene otras tres esferas concéntricas, de los diámetros de Marte, Venus y Mercurio, con una atmósfera luminosa ocupando el espacio entre las sucesivas capas. El concepto alcanzó el pico de su popularidad en torno a 1818, gracias a los esfuerzos de John Cleves Symmes, quien casi consiguió que el gobierno de los EE.UU. le financiara una expedición del Polo Norte en busca de una de las supuestas entradas al interior de la Tierra. En algún momento entre estas fechas, alguien (se ha propuesta sin una base firme el nombre de Leonhard Euler) propuso que en el interior hueco de la Tierra podría incluso existir un sistema solar en miniatura, hipótesis que emplea Holberg en su narración (posiblemente porque fue la idea más descabellada con la que se tropezó).
La historia nos la narra el propio Niels Klim, quien nos relata cómo, tras licenciarse con honores en filosofía y teología en la universidad de Copenhague, decide investigar una caverna en una montaña cercana a su ciudad natal de Bergen (la misma de Holberg). Al explorar una sima, la cuerda que lo sostiene se rompe y empieza a caer, y caer y caer… hasta que surge de nuevo a la luz del sol, aunque no se trata del Sol terrestre, sino de uno que alumbra el interior hueco de nuestro mundo.
Ese espacio contiene también un planeta (Nazar, como descubre más tarde), que orbita durante un tiempo (siendo confundido con un cometa, al arrastrar todavía tras de sí parte de la cuerda), antes de que un ave gigantesca lo haga precipitarse hacia el mundo, que encuentra habitado por una raza de árboles inteligentes. El mayor reino de Nazar, allí donde aterriza, es Potu, un estado utópico en el que Niels pronto es empleado de acuerdo con sus aptitudes… como mensajero. Esta baja ocupación le permite al menos conocer el resto de estados de Nazar, como por ejemplo el reino de los filósofos, una parodia de la República de Platón en el que todos están tan ocupados pensando en abstracciones que lo cotidiano (incluso las mujeres) se encuentra desatendido. Por último, a nuestro protagonista se le ocurre que el único método de escapar de tan deshonrosa posición consiste en realizar una propuesta política popular, para lo que sólo se le ocurre sugerir el privar a las mujeres de sus derechos (que son idénticos en todo a los varones, con los cargos otorgados a quien reúna más méritos independientemente de su sexo, así que es muy posible que Potu sea la primera utopía feminista).
El resultado de la clamorosa derrota de su propuesta es el destierro inmediato, que se verifica por medio de unos pájaros capaces de transportar cargas entre Nazar y el Firmamento (el interior de la corteza terrestre). Esto, junto con ciertos detalles al narrar el primer tránsito, sugieren que Holberg estaba familiarizado con «The man in the Moone«, de Francis Godwin (1638), reforzando sus credenciales como una obra de ciencia ficción temprana.
En el Firmamento, las aventuras de Niels Klim van cobrando una naturaleza cada vez más desquiciada. Su primera parada es Martinia, una tierra habitada por monos parlantes, que de nuevo lo juzgan poco capaz y lo hacen porteador. En este caso, sin embargo, sus empeños por mejorar de posición obtienen mejor fruto, pues logra introducir en el reino la moda de las pelucas (con resultados hilarantes), obteniendo fama y fortuna… situación que se ve truncada por las aproximaciones amorosas de la mujer del emperador (una constante a lo largo del viaje, la del acoso sexual al que someten una y otra vez al pobre Niels).
Esclavo en galeras, Niels participa en un viaje comercial que es todo un derroche de imaginación. Visitando entre otros estads el imperio de Mezendore (donde los animales gobiernan, con los agentes de aduana siendo lobos, los clérigos burros (por la potencia de su voz, que no por ninguna otra razón, por supuesto) y así con todas las especies bien asignadas a una profesión acorde con sus «virtudes». A bordo del navío conoce también la obra de un explorador mezendorano del mundo exterior, que describe para pasmo de sus conciudadanos las características de los grandes países europeos (punto en que la sátira alcanza su nivel más sangrante).
Por último, tras un naufragio, Niels llega al reino de Quama, el único habitado por humanos, aunque son éstos tan simples e ignorantes que el suyo es el estado más mísero del interior de la Tierra. Por fortuna, ahí está él, y gracias a sus consejos no sólo derrotan a sus belicosos vecinos (incluido un reino habitado por tigres inteligentes), sino que poco a poco van construyendo un imperio, e incluso acaban nombrando a Niels emperador, iniciando una política expansionista que le lleva a conquistar todos los estados del interior de la Tierra.
La narración va oscilando así entre la sátira despiadada (dirigida contra religiosos, académicos, gobiernos y funcionarios por igual) y la parodia exagerada de los libros de viajes y de aventura, ganando en agilidad (si bien pierda un poco de enfoque) a medida que va avanzando la historia.
No hay ascenso sin caída, así que antes de volver accidentalmente a la superficie, Niels lo pierde todo debido a su orgullo, regresando a su hogar trece años después de abandonarlo, con un montón de historias descabelladas y un aro de oro a modo de corona para dar razón de su prolongada ausencia.
Con «Viaje al mundo subterráneo» (tal y como se ha sido traducida al español), nos encontramos con un ejemplo más de los fantásticos viajes satíricos que proliferaron durante los siglos XVII y XVIII, y que precisamente por la necesidad de exagerar las vicisitudes de sus protagonistas constituyen cuando menos esbozos de los temas e ideas que en siglos posteriores acabarían nutriendo a la ciencia ficción. A los ya mencionados cabría añadir, por ejemplo, «Historia cómica de los imperios y estados de la Luna», de Cyrano de Bergerac (1662) o el cuento «Micromegas«, de Voltaire (1752), o inspirada en todas ellas el «Icosameron», de Giacomo Casanova (1788).
Ciertamente, las aventuras de Niels Klim parecen gravitar más hacia la fantasía desbocada, con la mayor parte de sus elementos de ciencia ficción carentes de originalidad… salvo por el escenario de la Tierra Hueca. La novela se convierte así en precursora de títulos como «Symzonia» (1820), «Viaje al centro de la Tierra» (Jules Verne, 1864) o las utopías feministas «Mizora» (1880), «Etidorhpa» (1895) y «NEQUA» (1900), y así hasta la serie de Pellucidar de Edgar Rice Burroughs (iniciada en 1914 con «En el corazón de la Tierra»). A partir de entonces, el descrédito científico del concepto (por no hablar de la apertura de todo un universo en el que ubicar las fantasías más desbocadas sin necesidad de recurrir a improbables formaciones geológicas) hizo que la Tierra Hueca pasara a formar parte de los descartes del género, apropiada tan sólo como homenaje nostálgico a una ciencia ficción dejada atrás.
Su vertiente satírica, sin embargo, mantiene mejor el tipo, pues al fin y al cabo el ser humano hoy no es muy diferente del de hace casi tres siglos (y basta con leer libros como éste para corroborarlo). Ciertamente, algunas de las referencias quedan descontextualizadas por el tiempo (y el espacio, que después de todo no creo que haya muchos por estos lares que puedan presumir de conocimientos profundos sobre el reino de Dinamarca y Noruega del siglo XVIII), pero muchos de los vicios que critica Holberg a través de su obra son universales (a mí en particular me ha hecho mucha gracia el método por el que se confieren honores académicos en Martinia: al candidato se le echan encima tres cubos de agua perfectamente pura, luego se lo unge con aceites perfumados y por último se le da un vomitivo para que expulse todo lo que lleva dentro… No han cambiado mucho las cosas, no).
En el Proyecto Gutenberg podéis encontrar el texto en finés, neerlandés y (supongo que de mayor utilidad) inglés (en este último caso, con una traducción que data de 1845).
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