El sueño del androide

John Scalzi es un entusiasta aficionado a la ciencia ficción. En todas las épocas los ha habido. Más o menos dedicados y más o menos volcados en ese ente conocido como fandom. Lo que ya es inusual es la relevancia que ha alcanzado, hasta el punto de ser hoy por hoy uno de los principales autores estadounidenses del género.

Su profesionalización el año 2005 coincidió más o menos con el momento en el que la fantasía arrebató definitivamente a la ciencia ficción lo que podríamos llamar la conexión con el espíritu de los tiempos. Nuestra realidad económica y social ya no se refleja (mayoritariamente) en la ciencia ficción contemporánea, sino que se manifiesta en la literatura fantástica a través del estilo, elementos y enfoques de la fantasía épica (la cual, evidentemente, apunta a objetivos muy diferentes de los alcanzables a través de la vertiente especulativa, aunque esto sería tema para desarrollar largo y tendido).

¿Qué queda pues para la ciencia ficción? Bueno, siempre puede refugiarse en su otra vertiente, la del divertimento puro.

La obra de Scalzi , qué duda cabe, es divertida. Además, como aficionado bien curtido, es capaz de dotarla de elementos familiares para el lector habitual de ciencia ficción. Eso no debería bastar. Al fin y al cabo, la mayor parte de su ficción no pasa de refrito; ya sea «enmascarado», como su versión de «Tropas del espacio» en «La vieja guardia«, o explícito, como su remake de «Encuentro en Zarathustra» (una deliciosa obrita de H. Beam Piper), traducido por estos lares como «El visitante inesperado».  El caso es que John Scalzi es muy bueno en lo suyo, así que es capaz de construir aventuras divertidas y trepidantes con todas las piezas de Lego a su disposición. Lástima que resulten más someras que la piscina de los pitufos.

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«El sueño del androide» («The android’s dream») fue su cuarta novela, publicada en 2006, unos meses después que «Las brigadas fantasma«. El título homenajea al libro de Philip K. Dick «¿Sueñan los androides con ovejas mecánicas?» (que sirvió de base para «Blade Runner» y ha sido publicado a menudo bajo ese título), aunque las referencias a la obra dickiana terminan ahí, pues con lo que nos encontramos es con una trama de espionaje intergaláctico, más deudora de la space opera desatada que de cualquier reflexión ontológica.

La Tierra y sus colonias forman, en un futuro indeterminado (aunque no demasiado lejano, diría que un siglo poco más o menos), parte de la Confederación Común, una especie de ONU interplanetaria, con más de doscientas especies sentientes y sus respectivos mundos y colonias. Debido a su reciente incorporación, los humanos ocupan una posición marginal (una situación similar a la del universo de los Pupilos de David Brin), y lo que es peor, se encuentran supeditados ante otros parias, los nidu, cuya única ventaja radica en pertenecer a la CC desde unos siglos antes y disponer de unas fuerzas armadas muy superiores (en su insignificancia).

Tras varias décadas a prueba, ya se les permite a los humanos invertir en su ejército, por lo que es de esperar que en no demasiado tiempo vayan a superar a sus «socios», con el agravante de la existencia de un fuerte sentimiento antinidu. La situación, pues, es tensa, por lo que un grave incidente diplomático es capaz de trastocarlo todo y poner a la Tierra al borde mismo de una conquista nidu. La única solución al problema radica en encontrar una oveja muy especial, perteneciente a la raza genéticamente mejorada «sueño del androide», imprescindible para la ceremonia de coronación del nuevo fehen nidu, aunque existen poderosos grupos de presión, tanto en una raza como en la otra, empeñados en que esta búsqueda fracase.

El destino de la humanidad acaba recayendo sobre las espaldas de Harry Creek, veterano de guerra, hacker y, en general, el típico héroe que destaca en casi cualquier disciplina (aunque escapa del marisuismo por el enfoque ligeramente irónico de Scalzi), quien acaba descubriendo que encontrar a su «oveja» es sólo el principio del trabajo.

A partir de este planteamiento (tópico como pocos, baste con recordar la trama de «Hombres de negro», por ejemplo), Scalzi se lanza con alegría a la aventura, inventando sobre la marcha tecnologías, alienígenas y situaciones, con menos preocupación por la coherencia interna que por asegurar la diversión del lector. También se dedica con igual entusiasmo a embutir tantas referencias como le es posible. Yo he detectado guiños (e incluso desarrollos completos) a obras tan eclécticas como «Dune«, «Neuromante«, «La guerra de las galaxias» o «Juegos de guerra, así como a acontecimientos históricos (desde una perspectiva claramente paródica) como la dianética de L. Ron Hubbard (la cienciología) o, posiblemente, la credulidad esotérica de Elisabeth Kübler-Ross (rebautizada en el libro como Andrea Hayter-Ross). Añádansele juegos de palabras (en su mayor parte perdidos o echados a perder en la traducción), escenas de acción narradas con notable dinamismo y un juego político a varias bandas (aunque bastante más simplón de lo que pretende aparentar) y ya tenemos «El sueño del androide», listo para entretener.

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Eso sí, el cerebro, por favor, que se tome un descanso, no vaya a ser el aguafiestas de la función, porque ya desde la misma excusa argumental (ridícula a más no poder y genéticamente inaceptable, me veo en la obligación profesional de señalar) la historia no tiene ni pies ni cabeza, y Scalzi abusa de las soluciones creadas ad hoc e incluso flirtea con el deus ex machina. Eso por no hablar de la previsiblidad y la tendencia hacia la risa fácil (de un libro que empieza con las siguientes frases: «Dirk Moeller no sabía si podría provocar un incidente diplomático a base de pedos. Pero estaba dispuesto a averiguarlo.«, ya sabemos lo que esperar.

¿Disminuye todo ello el atractivo de «El sueño del androide»? La verdad es que no. Ofrece exactamente lo que promete. Si fuera un alimento, sería el equivalente a un plato combinado de esos que te pides en una terracita de verano. Si el cocinero es bueno, te lo pasas bien comiéndolo, pero sabes perfectamente que no pasará a la historia de la gastronomía.

Lo triste, en realidad, es constatar que algo así se encuentra hoy por hoy en vanguardia de la ciencia ficción anglosajona (sobre todo en EE.UU., que todavía surgen cosillas interesantes en Canadá y las islas Británicas… mucho más minoritarias, todo hay que decirlo). En época de crisis (y en este caso me refiero a una crisis creativa), resulta a veces conveniente refugiarse en los valores seguros y dejarse de experimentos. No sé si en otras épocas John Scalzi hubiera cosechado el mismo éxito y conseguido un premio Hugo (el de 2013) por «Redshirts», que viene a ser una parodia/homenaje a la space opera televisiva (empezando por Star Trek).

El autor tiene previsto regresar a este mismo escenario con una novela que se titula provisionalmente «The high castle» (en referencia a «El hombre en el castillo«).

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en octubre 4, 2013.

5 respuestas to “El sueño del androide”

  1. Una consulta, ¿cuáles son las obras recomendables de fantasía especulativa?
    Gracias

    • En realidad, si hay especulación, estamos entrando en el terreno de la ciencia ficción (razón por la que se suele incluir a las ucronías dentro de ella). La fantasía funciona mejor como metáfora, como una proyección transformada de lo que queremos examinar, para resaltar determinados elementos u oscurecer otros, o simplemente para modificar la perspectiva.

  2. Me leí una de Scalzi con gran ilusión. Y me pareció ciencia ficción para sesentones. Me parece bien, y coincido al 100% en que lo triste es que se presente como la gran esperanza comercial del género USA. Es como si un foxtrot se planta en el 3 de los 40 principales. O programar películas del Paco Martínez Soria en un ciclo de cine europeo de LA2. Un planteamiento obsoleto, desarrollo trivial. Sin el menor espacio para la sorpresa. Un deja vu de 300 páginas. Todo lo contrario que Dick. Oye… ¿qué es marisuismo? Lo podría bichear en internet pero…

    • Lo de marisuismo es una castellanización a partir de «Mary Sue», que vendrían a ser esos personajes concebidos como alter ego del autor, para materializar vicariamente sus fantasías. Lo explico en más detalle en la crítica a «El honor de la reina», de David Weber.

  3. […] https://rescepto.wordpress.com/2013/10/04/el-sueno-del-androide/ […]

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