Los sicarios del cielo

La segunda edición del Premio Minotauro, que se celebró el año 2005, tuvo como ganador a Rodolfo Martínez, con la novela «Los sicarios del cielo» (presentada a concurso bajo el título de «Ese incómodo ropaje»). Sucedió así a León Arsenal (con «Máscaras de matar«) y precedió a Javier Negrete (con «Señores del Olimpo«), antes de que el certamen diera un brusco volantazo y perdiera casi todo interés para los aficionados al fantástico (el año pasado la situación pareció dar otro vuelco, con lo que resulta difícil saber a qué atenerse respecto a su futuro). Ya desde el mismo inicio de su carrera comercial, la novela tuvo un recorrido complicado (el mínimo apoyo promocional, incomprensible en un premio que aspiraba a convertirse en referente, no fue de gran ayuda), hasta el punto que hoy en día es la más difícil de conseguir (la única, además, sin contar evidentemente las más recientes, que no ha sido reeditada todavía en bolsillo).

El libro nos narra la cacería que tres poderosas organizaciones secretas (una orden de asesinos de la iglesia católica, un comando del mossad dirigido por una judía inmortal y unos samurais a las órdenes del Japón secreto) lanzan contra un misterioso personaje, Remiel Stevenson, que recibe la ayuda reluctante  de Paula, una mujer policía con un pasado (o pasados) que la unen a Remiel y que ella misma ignora. A lo largo de las páginas, vamos descubriendo nuevas piezas de cada uno de estos personajes, que al ser ensambladas nos ofrecen una panorámica más o menos completa de cada uno de ellos. De trasfondo, tenemos una lucha ideológica entre… bueno, aquí voy a incurrir en un pequeño spoiler, al revelar algo que no se hace explícito hasta mitad libro, pero tampoco es que mantenerlo más o menos oculto (hay suficientes pistas para averiguar buena parte de antemano) sea esencial para la trama. Una lucha ideológica, decía, entre huestes angélicas (acerca del papel del mundo material y sus criaturas en los planes de un silencioso Creador).

«Los sicarios del cielo» es una novela entretenida, que se lee con facilidad. Algunos personajes están mejor definidos que otros, pero todos disponen de su momento para brillar. Remiel, sobre cuyas espaldas recae el peso de toda la trama, mantiene el tipo muy bien (quizás se le pueda achacar cierta tendencia a contemporizar, pero ¿quién no la tendría después de tan larga vida como la suya?). La historia transcurre en un Gijón innominado, bastante sombrío, consistente con la intención confesa de ofrecer una fantasía urbana y oscura.  Se trata de una ambientación cercana, que nos sugiere que podríamos estar rodeados, sin saberlo, por lo supranatural, pero que por alguna razón no acaba de cuajar.

Al comenzar la lectura pensé que estaba ante una novela de «realidad mágica oculta» (del tipo en que nuestro universo cotidiano se superpone con otro mágico, accesible sólo a los iniciados). Sin embargo, quitando de unos pocos detalles y de un puñado de personajes, no puede asegurarse que nos hallemos realmente ante una realidad paralela (con una estructura lo bastante compleja como para servir de contrapunto al mundo «real»). Nos encontraríamos, más bien, ante una serie de personajes más o menos fantásticos, que forman parte de nuestro universo aunque su existencia misma constiuya un secreto al alcance de muy pocos (ello no quita que, efectivamente, existan otros planos de realidad, mencionados brevemente e incluso visitados durante el transcurso de la novela, tales como el Territorio de Pesadumbre, pero su peso en la acción es mínimo).

(Supongo que aquellos lectores con otro sustrato, atraídos quizás por la sugerencia de una trama de conspiraciones religiosas en plan de thriller, experimentarán un desconcierto similar tratando de clasificar la novela).

Hacia mitad libro, como ya he comentado, el auténtico trasfondo de la historia es revelado (quizás con un exceso de explicaciones directas por parte de Remiel), mostrándose las raíces mitológicas de la historia y ofreciendo por fin un asidero firme para reajustar nuestras expectativas.

(ATENCIÓN, si no has leído el libro, quizás prefieras saltarte este párrafo) La inspiración directa de la historia proviene del mito de los ángeles caídos (narrado principalmente en el libro de Enoc, un texto religioso considerado en la actualidad canónico sólo por la Iglesia Etíope). Ante el silencio inquebrantable del creador, las distintas formas de afrontar la existencia del mundo material por parte de los arcángeles configuran un enfrentamiento en el que Remiel, más por ejemplo que por acción directa, se erige en una pieza clave que muchos desean ver fuera del tablero.

A partir de aquí la trama se focaliza y las distintas líneas convergen en un enfrentamiento anunciado. Sin la necesidad de seguir manteniendo el misterio, la acción se agiliza, aumentando el interés de la narración hasta el enfrentamiento final (dejando por el camino algún que otro apunte de naturaleza teológica, aunque con un tratamiento bastante somero, pues prima el desarrollo del conflicto personal de Remiel). Aquí creo que el autor peca por exceso en la acumulación de facciones implicadas, pues algunas de ellas son irrelevantes (caso de los mafiosos) y otras muy difíciles de encajar (¿Qué pinta el samuari en todo esto? Hubiera sido mucho más lógico dejar su lugar a alguna organización musulmana, pues el islam posee sus propia visión acerca de los arcángeles, paralela a la del judaísmo y el cristianismo, al tener un mismo origen).

Se precisa de nuevo un reajuste de expectativas. «Los sicarios del cielo» no busca elaborar un discurso teológico (al modo, por ejemplo, de la trilogía de la Materia Oscura de Phillip Pullman), ni explorar en detalle la mitología angélica, sino tan sólo ofrecer la historia del enfrentamiento de uno contra muchos (y si estos muchos son pintorescos y se enzarzan entre sí, pues mejor), así como la de ese uno contra sí mismo (aunque esta faceta queda un poco diluida). Esto lo cumple a la perfección, ofreciendo un texto ágil, insinuante y elaborado con mucho oficio.

En la página que el autor le dedica en su sitio web, Rodolfo Martínez comenta que quizás las expectativas fueron excesivas habida cuenta del premio concedido, y eso también ha podido influir en la percepción que se tiene de la obra, aunque yo no descartaría añadir a esas expectativas extrínsecas las intrínsecas que el propio texto despierta (como si no llegara a alcanzar todo su potencial, o tal vez como si en determinados tramos no definiera con claridad sus metas).

Otras opiniones:

Otras obras del mismo autor reseñadas en Rescepto:

~ por Sergio en septiembre 3, 2010.

3 respuestas to “Los sicarios del cielo”

  1. Sólo un comentario.

    No eres la primera persona que comenta lo gratuito del grupo japonés y cómo lo lógico habría sido que fuera una facción musulmana. Y sí, tengo que estar de acuerdo con quienes dicen eso. Supongo que en su momento me dejé llevar por mi fascinación por lo japonés y no tuve en cuenta que, narrativamente, la decisión coherente era otra.

    Gracias por la crítica, por otro lado.

  2. ¡Uff! ¡Qué velocidad! Aún me tenías atando flecos y puliendo detallitos. Eso sí que es ubicuidad.

  3. […] de alas”. En su interesante reseña, Sergio Mars apunta que el episodio se inspira en el Libro de Enoc. Dicho libro pertenece al conjunto conocido como Libros apócrifos del Antiguo […]

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