Calabazas en el trastero 8: Monstruos de cine

Calabazas en el Trastero llega a su octava entrega, con la novena convocatoria ya cerrada con récord de participación y la décima (Desastres naturales) abierta hasta el 28 de octubre. Huelga comentar que es un proyecto consolidado, reconocido incluso con el premio Ignotus de 2010, pero no está de más distanciarnos un poco para cobrar perspectiva. Nació allá cuando el 2008 daba paso al 2009, con todas las papeletas para pegarse un morrazo (en plena debacle de las publicaciones periódicas, dedicada a un género minoritario y, para mayor escarnio, volcada en exclusiva en la producción original en castellano). Sin embargo, persistió y, a falta de seguir conquistando territorio (por ejemplo, consiguiendo un mejor ratio en la traducción de participación en ventas, uno de los problemas endémicos del fantástico nacional), ha madurado, incrementando casi cualquier parámetro que pueda pensarse menos el precio.

«Monstruos de cine», con sus 185 páginas de género fosco y celuloide hecho tinta, es un buen ejemplo de esta dinámica. Si en mi crítica del sexto volumen, dedicado a los bosques, lamentaba la falta de variación con que los trece autores habían abordado la propuesta, aquí he de celebrar justo lo contrario. Pese a ser un tema que, a priori, hubiera podido dar pie a una excesiva homogeneidad, lo cierto es que maniobra con pericia, ofreciendo tanto lo esperable (reinterpretaciones u homenajes a tal o cual película o personaje), como lo inesperado; lo cual es bueno, pues tan imperfecta hubiera sido una antología que hubiera fustrado todas las expectativas como otra que no hubiera podido ofrecer ninguna sorpresa.

Entrando en mayor detalle, lo cierto es que esta crítica me ha planteado un pequeño dilema. En el caso de antologías de varios autores, tiendo a valorar los relatos individualmente. No es mi enfoque favorito, pero considero que es el más justo para ellos (y, además, cuando publicas algo te gusta conocer la opinión específica sobre tu trabajo). En este volumen, sin embargo, creo que proceder de tal modo iría en detrimento del impacto futuro que podría tener la lectura, pues parte de la gracia reside en descubrir y saborear las referencias (algunas más explícitas que otras). Es un juego entre escritores y lectores en el que no deseo inmiscuirme, así que, disculpándome de antemano, pasaré a reseñar el volumen en su conjunto.

Lo que sí puedo indicar es que se trata de una antología muy sólida, sin que haya ningún relato que destaque negativamente. Todos los textos son cuanto menos correctos a nivel técnico y, lo más importante, permiten apreciar la personalidad de sus autores proporcionando a las palabras un sentido más allá del literal. Lo interpreto como una señal más de la madurez del proyecto.

Entre los trece cuentos seleccionados, es posible discernir algunos temas recurrentes. No ha escapado a los autores, por ejemplo, el potencial metafórico de la pantalla como frontera de separación entre realidad y ficción, una frontera que, en ocasiones, puede violarse, o que puede servir como separación artificial para preguntarnos sobre de qué lado habitan los monstruos. Relacionado con ello, otros textos toman la figura del monstruo (uno cinematográfico, por supuesto), para indagar sobre las razones que lo hacen monstruoso, buscando desafiar nuestros esquemas preconcebidos (sin recurrir a una simple inversión maníquea).

También el proceso creativo tras la elaboración de una película encuentra su lugar entre las nociones examinadas por los autores. En estos casos, el mundillo cinematográfico no se limita a servir de escenario para una historia que hubiera podido encontrar acomodo en cualquier otro ambiente, sino que es fundamental (casi siempre centrado en un aspecto muy concreto, con ecos de los temas ya mencionados).

Por último, como ya había avanzado, tenemos los homenajes más o menos explícitos de determinados personajes o películas (y más allá de películas, subgéneros). Son historias que denotan amplio conocimiento de causa y que, en general, han tenido en cuenta la mayor exigencia subtextual con la que se enfrentarían por haber tenido la osadía de escoger el camino «fácil». No bastaba con reproducir o incluso reimaginar, sino que necesitaban invocar la atmósfera fosca pese a haber renunciado a las ventajas de la sorpresa, o incluso construir una estructura coherente y renovadora sobre la de sus referentes fílmicos (precisamente la asignatura que suspenden tantas y tantas secuelas, en particular dentro del género de terror).

Otros números de Calabazas en el Trastero reseñados en Rescepto:

~ por Sergio en julio 13, 2011.

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