Fundamentos teológicos de «Más allá de los sueños»

Tal y como comenté en la entrada anterior, Richard Matheson no pretendió con «Más allá de los sueños» crear una ficción pura, sino plasmar en forma de novela sus ideas teológicas, conformadas tras años de estudio de ideas  y autores claves en la evolución de las corrientes esotéricas estadounidenses que desembocaron en el movimiento de la New Age en los años 60 y 70 (correspondiendo a esta filosofía la mayor parte de las obras consignadas en la amplia bibliografía de referencia proporcionada el final del libro).

En el presente artículo trataré de ofrecer una visión (me temo que muy resumida) de estos fundamentos teológicos, reservando el próximo a examinar la ciencia (o pseudociencia, según valoraciones) que constituye la otra base intelectual del libro.

Antes, sin embargo, unas breves palabras referidas al sustrato creencial de Matheson, que se crió como Cristiano Científico, un credo fundado por Mary Baker Eddy (1821-1910). Se trata de una visión religiosa monista, que rechaza todo lo material como ilusorio, define el mal como la no existencia del bien y, por tanto, como una ausencia sin realidad propia y propugna la salud como un estado espiritual (rechaza, por tanto, el uso de medicamentos o cualquier otra práctica encaminada a reforzar la ilusión de la materia). Bajo esta doctrina (que aún cuenta en la actualidad con millón y medio de seguidores), la muerte no existe, pues supone sólo un cambio material. El espíritu es inmortal, y si está libre de pecado disfrutará de la presencia de Dios (que puede dañar a los espíritus de aquellos que se han aferrado al pecado… o a lo material, al igual que la luz puede dañar a quien ha permanecido en la oscuridad; no hay, por tanto, juicio moral o siquiera afán de castigo).

Mary Baker Eddy

Respecto a la New Age, se trata de un movimiento de renovación espiritual heterogéneo, que cobró fuerza a partir de 1960, aunque el concepto mismo es muy anterior y hace referencia a un cambio de era astrológica (de Piscis a Acuario), que anunciaría o promovería un profundo cambio espiritual para la raza humana. Las eras astrológicas (doce, una por constelación zodiacal), siguen un ciclo retrógrado de unos 26.000 años, relacionado con el movimiento de precesión de la Tierra (año platónico). El polo norte celeste (hacia donde apunta el eje de rotación, con una inclinación de 23º26′ con respecto al plano de la eclíptica), describe en este tiempo un círculo completo en torno al polo norte de la eclíptica. El problema consiste en que el movimiento no es constante (gira aproximadamente un grado cada 70 años, pero potentes movimientos telúricos pueden acelerarlo o retrasarlo) y las fronteras entre constelaciones no están bien definidas, así que en realidad tanto podríamos haber entrado en la Era de Acuario hace décadas, como faltar todavía unos pocos siglos para ello.

Filosóficamente, el movimiento se apoya en cuatro grandes antecedentes, de los cuales en realidad sólo dos podrían señalarse como precursores directos de las ideas plasmadas por Matheson en «Más allá de los sueños». Pese a su interés intrínseco, despacharé rápido los dos no relacionados, para centrarme en los relevantes: la filosofía de Emanuel Swedenborg y las ideas promovidas por la Sociedad Teosófica.

Franz Mesmer

El primer antecendente que comentaré será el magnetismo animal de Franz Anton Mesmer (1734-1815), un médico alemán cuya tesis de graduación versó sobre «De planetarium influxu in corpus humanum«, es decir, el influjo de la Luna y los planetas en la salud humana (astrología médica). En 1774, Mesmer decidió emplear imanes para crear una marea artificial en un paciente (al que había suministrado previamente un bebedizo rico en hierro), y los resultados le hicieron inferir la presencia de un misterioso fluido que dio en llamar «magnetismo animal». A partir de ahí elaboró un método curativo consistente en el control de este fluido por parte de un terapeuta poderoso en la fuerza… estoooo, en el magnetismo animal, prescindiendo ya de imanes y cualquier otra ayuda externa (alcanzando mediante autosugestión resultados notables, si bien no en los campos y por el procedimiento que defendía). Los estudios de Mesmer llevaron al desarrollo de la hipnosis (mesmerismo).

Otro precursor fue George Gurdjieff, un armenio, nacido hacia finales del siglo XIX y muerto en 1949, quien, tras entrar en contacto con distintos movimientos místicos (cristianos, sufíes, budistas, hinduistas), desarrolló su propias enseñanzas, concretadas en el Cuarto Camino, que propugnaba un desarrollo armónico del ser humano. Según su doctrina, los caminos existentes pecaban de atender a una única faceta, bien sea la física, la intelectual o la emocional, además de forzar el aislamiento del mundo para alcanzar la iluminación. Su Cuarta Vía permitiría al hombre occidental desarrollarse internamente sin necesidad de renunciar a su vida familiar y profesional.

El principal antecedente de las ideas sobre la otra vida expuestas en «Más allá de los sueños», sin embargo, es Emanuel Swedenborg, un filósofo, científico y teólogo sueco, nacido en 1688 y muerto en 1772, que durante el último tercio de su vida se dedicó a producir una extensísima obra teológica, basada principalmente en conocimientos revelados a través de visiones e incluso viajes astrales al más allá. Es de particular relevancia el libro «Sobre el cielo y sus maravillas y sobre el infierno, de lo escuchado y visto» (De caelo et ejus mirabilibus et de inferno, ex auditis et visis), donde ya define al cielo y el infierno como estados mentales (es decir, concreción física del pensamiento, fruto de un juicio autoimpuesto), y describe una vida tras la muerte con viviendas, oficios y vestiduras cuyo color depende del grado de desarrollo estpiritual del finado.

Emanuel Swederborg

Las ideas de Swedenborg constituyen el sustrato que nutre buena parte de los movimientos esotéricos occidentales modernos (junto con la francmasonería y los rosacruces del siglo XVII). Desde mediados del siglo XIX hasta principios del XX, se puso de moda en Europa y Estados Unidos el espiritualismo (o espiritismo), o el afán de contactar con los fallecidos, y espiritistas como Andrew Jackson Davis (1826-1910), que también practicaba la curación magnética, desarrollaron (gracias a sus propios «poderes» de clarividencia) algunos de los temas del filósofo sueco en libros como «A stelar key to Summerland» (1868) o la enciclopedia «The great harmonia» (1850-1861). Precisamente, Summerland o Tierra del Verano, es la denominación del paraíso tanto para Matheson en «Más allá de los sueños» como para buena parte de las religiones surgidas del movimiento New Age, tales como el Wicca o el neopaganismo.

Entre los espiritistas influenciados por Swedenborg cabe hacer especial mención de la que quizás sea la principal figura del movimiento esotérico occidental de finales del siglo XIX, Helena Petrovna Blavatsky, más conocida como Madame Blavatsky, medium, escritora, ocultistas y teósofa, nacida en Rusia en 1831. Entre 1851 y 1872 viajó por medio mundo, incluyendo visitas al Tibet y la India, investigando en filosofía oriental y ocultismo (y tratando de sacar adelante diversas iniciativas de carácter espiritista). Finalmente, en 1874, encontró en Nueva York financiación segura para sus proyectos gracias a su encuentro con el abogado Henry Steel Olcott (1832-1907, el primer norteamericano convertido al budismo), junto con quien fundó en 1875 la Sociedad Teosófica (de la que también fue miembro fundador otro abogado más joven, William Quan Judge).

Madame Blavatsky y Henry Olcott

La Sociedad Teosófica buscaba encontrar la verdad subyacente a todas las religiones, encontrando un punto intermedio entre la teología occidental (representada, por ejemplo, por Swedenborg) y el misticismo oriental (en un principio budista, aunque más adelante el hinduismo cobró importancia, llegando a desplazar al budismo con la segunda generación de teósofos). El sincretismo se completó con la incorporación de la ciencia, que en aquel momento experimentaba una efervescencia paralela al desarrollo de la Revolución Industrial, aunque, por supuesto, con unos planteamientos que en el fondo poco tenían de científicos.

El principal libro dictado por Madame Blavatsky (entraba en trance para que a través suyo hablaran los mahatmas con los que contactaba en viajes astrales) fue «The secret doctrine«, un tratado en dos volúmenes, dedicado el primero a la cosmología y el segundo a la antropología (identificaba, por ejemplo, nueve «raíces» de la humanidad, siendo la última, la aria, la presente, salvo por unos pocos remanentes subhumanos de la octava raíz).

Hago un paréntesis para tratar someramente la polémica proximidad entre buena parte de las ideas esotéricas de esta época y el racismo. En realidad, la Sociedad Teosófica promovía la igualdad entre todas las razas, y bajo el epígrafe de «aria», englobaba a todas las etnias, incluyendo hebreos y musulmanes (eso sí, se trataba de culturas degeneradas). Parte de esta filosofía (incluyendo los nombres de antiguas civilizaciones, como Turania, Atlantis o Lemuria), influyó a escritores como Lovecraft o Robert Ervin Howard (ya de por sí un tanto racistas), y se difundió distorsionada como ideología ocultista del Tercer Reich, que llegó incluso a adoptar uno de los símbolos de la Sociedad Teosófica, la esvástica, como propio (los otros son los triángulos entrelazados formando una estrella de seis puntas, la serpiente uróboros, el ankh y el lema «No hay religión más elevada que la verdad»). Pese a esta conexión, que vista desde nuestra perspectiva resulta un tanto inquietante, y el sustrato, más que racista elitista, de la teosofía, los teósofos de la época condenaron el nazismo.

Retorno a Madame Blavatsky para comentar cómo en 1878 ella y Henry Olcott trasladan la sede de la Sociedad a Adyar (Chennai) en la India, mientras Judge se quedaba al cargo de la sede en Nueva York (a este respecto, no se me antoja azaroso que Ann, en la novela «Más allá de los sueños», decida reencarnarse como una niña india). A lo largo de los años siguientes, Olcott y Blavatsky intentan (con cierto éxito) reintroducir el budismo en Sri Lanka (actual Ceilán), y prosiguen con sus estudios, reuniendo un apreciable grupo de discípulos.

Tras la muerte de Blavatsky, se hacen con la dirección de la sociedad neoteosofistas (término que empezó siendo denigrativo) como Annie Besant (1846-1933) o su protegido Charles Webster Leadbeater (expulsado originalmente en tiempos de Blavatsky por escándalos relacionados con su desmedido interés por descubrir a los jóvenes discípulos los beneficios de la masturbación) que apartaron la teosofía del budismo y la acercaron al hinduismo (introduciendo multitud de conceptos como el Karma, aunque en posteriores escritos se fue tendiendo a la sustitución de los términos hinduistas por denominaciones más occidentalizadas. Todos estos cambios provocaron la escisión de la rama neoyorquina, que a su vez, tras la muerte de Jugde en 1897, se escindió en diversos grupos, cada uno de ellos, por supuesto, herederos de la verdadera luz teosófica.

Es precisamente un teósofo, Harold Waldwin Percival (1868-1953), el autor del libro que reúne todos estos conceptos y le sirve a Matheson como base de su teología. Se trata de «Thinking and destiny«, publicado originalmente en 1946, donde se presenta el concepto de eterna orden de progresión (definiendo la vida como una sucesión de reencarnaciones voluntarias, con interludios metafísicos ocupados en el estudio en Summerland, con el fin último del continuo desarrollo espiritual).

Antes de concluir, he de precisar que esto no es sino un somero repaso a la tradición esotérica y ocultista occidental, que falla estrepitosamente a la hora de mostrar el grado de entrecruzamiento, reciclaje y sincretismo de unos saberes basados única y exclusivamente en la revelación mística (hasta el punto de que resulta difícil, si no imposible, separar las tradiciones antiguas, como las enseñanzas védicas o los ritos mistéricos, de los añadidos del médium de turno, repetidos una y otra vez hasta alcanzar la consideración de verdad indiscutible). Cabría hablar, por ejemplo, de la ya mencionada francmasonería, de la Thelema desarrollada por Alestair Crowley en Inglaterra, basada a su vez en las enseñanzas de la Orden Hermética del Alba Dorada, del satanismo de Anton Lavey (que no implica adoración a ente alguno, sino sólo la adopción de una filosofía ultraindividualista y materialista), la Wicca (Witchcraft), la cienciología de L. Ron Hubbard… y así remontándonos hasta el gnosticismo o los misterios órficos.

El caso es que con estos mimbres, gracias a la popularización de lo oriental en Estados Unidos durante los años 60 y la eclosión del movimiento New Age, se construye el caldo de cultivo perfecto para que proliferen los libros de autoayuda y esotéricos en que se basó Matheson para documentar la teología de «Más allá de los sueños» (y, si nos creemos lo que sostiene en su introducción, sus propias creencias). Aunque, en realidad, dudo que por sí solos hubieran sido suficientes para convencerle, pues en toda su obra se aprecia un interés profundo (si bien no necesariamente acompañado por una compresión adecuada) por la ciencia. Por fortuna, los años 70 marcaron una época en que la metafísica fue considerada seriamente por los círculos académicos, siendo objeto de multitud de estudios.

Pero eso ya es tema para la próxima entrada, en la que analizaré los fundamentos científicos de «Más allá de los sueños».

Véase también en Rescepto:

~ por Sergio en noviembre 12, 2010.

6 respuestas to “Fundamentos teológicos de «Más allá de los sueños»”

  1. Vaya filón con el Matheson…

  2. Roberto, te ha salido un pareado, jajajaj

    Bueno y eso que esto es el principio, si te pones a rebuscar entre toda esa información, alucinarías con las conexiones que se pueden hacer con muchas cosas que han ocurrido y ocurren.

    Fer

  3. Magnífica entrada. En realidad la doctrina de Blavatsky bebe más del gnosticismo cristiano que de las filosofías orientales, aunque adoptase la terminología de estas últimas. Algunos autores llegan a encontrar un nexo de unión entre el gnosticismo y la New Age empleando como transmisión la obra de Blavatsky.

    Digo esto porque me parece que ese tipo de creencias conectan muy bien con las de la religión que Matheson profesaba, dato que yo no conocía y me parece muy interesante.

    Yo no he leído la novela y por eso me pregunto hasta qué punto la adaptación cinematográfica adapta las bases esotéricas del original literario.

  4. Sí, sin duda ciertas ideas gnósticas cuadran con la teología Mathesoniana, aunque resulta difícil discernir a través de qué tortuoso camino pueden haberle llegado.

    Para encontrar una (especie de) teología gnóstica pura, el autor a seguir es Phillip K. Dick, en particular en «Valis» (aunque, al parecer, él mismo seguía en un mar de dudas y no llegó a desarrollar por completo sus ideas).

    La adaptación deja de lado ciertos conceptos clave del libro. Pasa por encima del doble etérico, por ejemplo, así que pierde el carácter trinitario (cuerpo físico/doble etérico/espíritu, por ejemplo, pero también el ciclo vida/muerte/reencarnación). También existen diferencias en la visión del otro mundo (que en la película resulta mucho más personal, menos un Summerland «real», con buena parte de los conceptos de Swedenborg suprimidos) y, por supuesto, no explica a fondo el concepto de reencarnación ni el karma (dos temas que la novela toca por primera vez muy tarde).

    Diría que a nivel esotérico se notan, y mucho, los veinte años transcurridos entre la escritura del libro y la filmación de la película (sobre todo en lo que respecta a la «respetabilidad» de determinadas ideas; desparece, por tanto, toda referencia a mediums). Además, es posible que los productores trataran de alejarse de otras producciones relativamente recientes como «Línea mortal». Otra variación podría encontrarse en la mayor dependencia referencial de la película con «La divina comedia» y en su carácter más psicológico.

  5. Hola, leí hace tiempo «Isis sin velo», de la Blabatsky, y me ha gustado encontrar aquí información cabal acerca de ella. No sabía que semejantes temas despertaran algún interés hoy en día, de hecho me sorprende mucho. Gracias, Sergio

  6. Comprendo muy bien esa facinación del hombre hacia lo oculto y lo desconocido. Yo he estado en «exorcismos« verdaderos. Y puedo decirles una cosa. He tenido fuertes encontronazos con el mundo espiritual.Este mundo es verdadero. Por alguna razón es un mundo adverso al ser humano. Generalmente crea estados de nauseas, depresión,dolor de cabeza y enfermedad física. La primera vez que escuche hablar de Madame Blabastky fue hace unos 25 años. Mi ex suegro (de unos 65 años en ese entonces) q.e.p.d era un hombre extremadamente curioso con respecto a lo sobrenatural y oculto. Coleccionaba estos libros (y en alguna ocación yo lo acompañé a ir a buscarlos) y se decía un iniciado. El murió unos pocos años después, pero un hijo de él lo había angtecedido, después de su muerte, perecieron dos hijos mas (ambos promediaban unos 38 años)y una de sus hijas que heredó la curiosidad por lo oculto, hoy yace en silla de ruedas.
    Nosotros teníamos reuniones cristianas y asistía un joven, que en medio de la reunión hacía gestos muy raros. Y con misterioso orgullo hablaba de guardar ciertos conocimientos y de una hermandad o algo así. Unos años después alguién me habló en un parque. Esta persona estaba casi cuadraplejica. Yo me sorprendí de ver a alguién así. Y esta persona, me preguntó si lo reconocía. Yo le dije que no (Ya que la persona estaba muy inflamada), entonces el me dijo quién era. Me sorprendí más aún.
    Solo he querido dar mi expreriencia relacionada con lo que se aborda en el articulo, ustedes hagan sus propias conjeturas.

    Saludes.

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